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Especialistas riojanos generan concientización sobre la Enfermedad de Fabry

Se trata de una afección poco frecuente que debe ser diagnosticada y tratada a tiempo. La detección temprana en la infancia es clave para mitigar los efectos a largo plazo de la enfermedad. Si la misma avanza daña el funcionamiento de órganos como el cerebro, el corazón y el riñón. En tanto que, cada mes de abril, se busca concientizar a nivel mundial sobre la importancia de su diagnóstico y tratamiento oportuno.



La enfermedad de Fabry es una patología genética causada por la deficiencia (total o parcial) de una enzima llamada alfa-galactosidasa A (α-Gal A) cuya función es degradar un lípido (globotriaosilceramida, Gb3 o GL3). Esto lleva a la acumulación de estos lípidos en una parte de la célula (los lisosomas), alterando el funcionamiento y relación entre las mismas, generando daño en distintos órganos, especialmente en el cerebro, el corazón y el riñón. 

Existen dos formas de enfermedad de Fabry: su forma Clásica, que aparece en la niñez y su forma tardía que aparece en la edad adulta. La detección temprana en la infancia es clave para mitigar los efectos a largo plazo de la enfermedad. Generalmente, el diagnóstico en la niñez se realiza a través de la identificación por parte del pediatra de algunos signos y síntomas específicos. Si bien pueden variar, los más comunes incluyen: dolor crónico en las palmas de las manos y pies, aparición de angioqueratomas (manchitas en la piel de color rojo oscuro), disminución o falta de sudoración y trastornos digestivos con dolor abdominal y diarreas recurrentes. 

En tanto que, en su forma Tardía, las manifestaciones aparecen a partir de los 30 o 40 años y su diagnóstico, en general, se presenta cuando la enfermedad ha avanzado y ha complicado la función de ciertos órganos como el corazón o el riñón. 

Por su parte, el daño renal es una de las complicaciones más graves de la enfermedad de Fabry. El acúmulo de estos lípidos en el riñón puede llevar a una insuficiencia renal con necesidad de diálisis o trasplante.

La especialista, doctora Erika Nieto (MP 2414), médica clínica y nefróloga, coordinadora de nefrología en el Ministerio de Salud de La Rioja, recordó que su primer contacto con la enfermedad fue una paciente que ya estaba en diálisis: “Tenía insuficiencia renal, y a partir de ella pude diagnosticar tempranamente a sus dos hijos”. También refuerza: “Como nefrólogos, otra señal de alerta para diagnosticar Fabry, es cuando pacientes entre treinta y cuarenta años presentan proteinuria. Tenemos que recordar que se comporta como una enfermedad crónica, progresiva y multisistémica, y que es importante detectarla tempranamente porque deteriora la calidad vida de los pacientes”. 

La enfermedad cardíaca es otra de las complicaciones importantes de la enfermedad de Fabry. “En cardiología, en general, llegamos al diagnóstico a través de una miocardiopatía hipertrófica o de las arritmias”, detalla el doctor Juan Muraro (MP 2.046), médico cardiólogo de la provincia de La Rioja.

 

Historia y avances en el diagnóstico y tratamiento

La enfermedad de Fabry, es una de las consideradas enfermedades poco frecuentes (EPOF), definidas como aquellas patologías cuya prevalencia en la población es igual o inferior a 1 persona cada 2000 nacidos. Algunas estimaciones afirman que la enfermedad de Fabry alcanza en el país a los 1.200-1.500 pacientes. 

Al ser una enfermedad poco frecuente y sus síntomas inespecíficos la odisea diagnóstica puede demorar décadas. “Mi primer contacto con la enfermedad fue hace poco más de ocho años. Era un paciente joven que llegó a la consulta después de un largo recorrido sin un diagnóstico preciso. Cuando lo diagnostiqué, recordé a los docentes que nos recalcaban cuando estudiábamos que teníamos que pensar en las enfermedades poco frecuentes para que no se nos pasen por alto. Mi paciente llegó en un estado avanzado con manifestaciones cardiológicas, pero también con complicaciones a nivel de su función renal y lesiones en la piel en zonas características. Si llegábamos con un diagnóstico temprano podríamos haberle evitado o disminuido la aparición de muchas de estas complicaciones severas y mejorado notablemente su calidad de vida”, relató el doctor Sergio Lucca (MP 2.833) cardiólogo y director médico del Instituto de medicina endovascular de La Rioja.

La mejora en los diagnósticos ha sido clave, y el avance en las pruebas genéticas y los métodos de detección precoz han permitido una mayor identificación de casos. El diagnóstico puede realizarse a través de un análisis de sangre buscando la enzima faltante o deficiente y también puede recurrirse a un estudio molecular. 

Se sabe que la enfermedad se transmite a través de uno de los padres a sus hijos. “En los hombres, al tener un solo cromosoma X, la sintomatología es más evidente, mientras que, en las mujeres, el doble cromosoma X permite que la manifestación pueda ser más leve”, detalla el doctor Muraro. 

Una vez realizado el diagnóstico de un paciente o “caso índice”, es fundamental la búsqueda de otros casos dentro del árbol genealógico familiar. Al ser una enfermedad hereditaria, es importantísimo evaluar a toda la familia a partir de un primer diagnóstico. 

La existencia de un tratamiento para esta enfermedad es relativamente nueva y se remonta a la década de 2000, con la aprobación de las terapias de reemplazo enzimático (TRE)2. “Como su nombre lo indica, lo que recibe el paciente en el tratamiento es el reemplazo de la enzima faltante. Esto permite, dependiendo del momento del diagnóstico, detener o retrasar el avance de la enfermedad, evitar o prevenir el daño progresivo de los órganos, aliviar los síntomas y brindarle al paciente una mejor calidad de vida”, detalla Muraro.

En nuestro país hay dos tipos de tratamientos, el endovenoso, que consiste en darle la enzima faltante cada dos semanas y la terapia oral, en días alternos, únicamente para un grupo reducido de pacientes con funcionalidad deficiente de la enzima. Y en Argentina se ha desarrollado el primer biosimilar de una de las terapias de reemplazo enzimático: la agalsidasa beta del Laboratorio Biosidus. Este producto será el primer biosimilar de Argentina y Latinoamérica. 

El Estudio de Fase III SMILE3 destinado a demostrar la biosimilaridad de la agalsidasa beta de Biosidus, se realizó íntegramente en el país, con pacientes argentinos, en centros de investigación de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y La Rioja.

“Ser parte de este estudio y contribuir con el avance de la ciencia argentina desde La Rioja es un orgullo enorme”, agregó la doctora Nieto quien participó del estudio junto a los doctores Muraro y Lucca en el centro CORI de La Rioja. El doctor Lucca fue un poco más allá y afirmó: “Esto marca el punto de partida para el desarrollo de futuros tratamientos”, culminó el especialista.