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"La inclusión es una experiencia que nos enriquece mutuamente"

La Estación es un emprendimiento riojano de fabricación de alfajores artesanales que brinda un espacio de práctica para que, jóvenes de la Escuela de Formación Laboral N° 383 puedan desarrollar su pasantía. Para su propietaria, Cecilia Cárdenas, se trata de una experiencia muy importante y significativa para la vida de quienes llevan a cabo este proceso de práctica laboral.



“Con el corazón y desde el alma” es el slogan de La Estación, que se refleja en el equipo que integra este emprendimiento y que se cristaliza en la sensibilidad e involucramiento activo con las problemáticas sociales como la inclusión laboral de las personas con discapacidad. Actualmente, 5 personas que asisten a la Escuela de Formación Laboral para jóvenes con discapacidad se encuentran realizando su práctica de pasantía en el taller de alfajores artesanales. 

La inclusión laboral es un derecho de las personas con discapacidad de acceder a espacios con igualdad de condiciones para el desarrollo de sus potencialidades. Y así lo entiende Cecilia Cárdenas, propietaria de La Estación que supo generar ese espacio, encontrar las potencialidades de cada pasante y generar una experiencia laboral productiva y enriquecedora para todos, como ella mismo lo describe. 

Todo comenzó cuando una de las profesoras de la institución se contacta a través de redes sociales con La Estación para organizar una visita recreativa de los alumnos del taller de repostería y panadería. 

“Comenzamos a coordinar la visita y vinieron los alumnos acá, me trajeron de regalo un budín delicioso elaborado por ellos y ahí los empecé a conocer, a saber del objetivo de la escuela, a conocer sus necesidades”, cuenta Cecilia a Medios El Independiente. 

Involucramiento 

Al conocer la institución, su funcionamiento y el trabajo con jóvenes con discapacidad desde la formación integral y laboral, a Cecilia la movilizó que “en la escuela me contaron que no tenían lugares para que los chicos y chicas de los talleres hagan sus prácticas para poder egresar. Eso me impactó mucho”. 

Esa información la llevó a embarcarse en un involucramiento activo. “Tengo un espacio, puedo brindarlo y cada vez que me invitan a sumarme a distintas iniciativas lo hago, porque en su momento lo necesité y me hubiese encantando haber contado con esos espacios”. 

De esa forma, La Estación dio el puntapié para comenzar con el procedimiento administrativo para que los alumnos del taller de panadería y repostería puedan cumplir la pasantía, concluir un trayecto formativo y egresar. 

“Mi mamá es kinesióloga y trabajó en un centro neurológico. Hay cosas que sabía un poco por ella sobre los diferentes tipos de discapacidades que hay” e inmediatamente reflexionó que “hoy se habla todo el tiempo y mucho de inclusión y yo realmente no creo que sea algo que se practique tanto”. 

Por otra parte, destacó el impacto significativo que tiene en las personas con discapacidad poder llevar a cabo estos procesos de prácticas laborales. “Influye mucho en su desarrollo, en la confianza, en la seguridad y experiencia que adquieren, es muy importante”. 

Un espacio de integración 

El taller se convirtió en mucho más que el corazón de una cocina donde se elaboran exquisitos alfajores artesanales, se transformó en un espacio de integración laboral y en una experiencia enriquecedora de inclusión y aprendizajes. 

“Yo tenía la iniciativa, las ganas, pero necesitaba del equipo de trabajo y tuve el acompañamiento absoluto y eso lo quiero agradecer y destacar que tengo al mejor equipo” resaltó la propietaria del emprendimiento donde actualmente trabajan diez personas con mayoría de mujeres y solamente dos hombres. 

En el comienzo de esta experiencia, con tiempo y dedicación les enseñaron el funcionamiento de la cocina, las distintas tareas de producción y elaboración, y desde la observación fueron identificando con el acompañamiento de la profesora a cargo de la pasantía, las tareas y puntos fuertes de cada uno para trabajar en esas potencialidades y además trabajar en las dificultades para que también sea un espacio donde puedan aprender. 

Como ejemplo, citó que “Uno de los chicos no lee, queremos con la profe que eso no sea una limitación sino tratar de favorecer que, a través de pesar las masas pueda ir aprendiendo y adquiriendo eso”. 

Cinco jóvenes repartidos en dos turnos asisten dos veces por semana durante cuatro horas a cumplir con su trayectoria de pasantía laboral y se integran al trabajo diario de las chichas de La Estación. 

“Personalmente pienso que todos en algún punto tenemos una limitación para algo. Hay chicas acá que son más hábiles para amasar, otras con la manga. Todas las personas tenemos cosas que nos cuestan un poco más que otras. Hay que aprender a trabajarlas y potenciarnos”, resaltó Cecilia. 

Junto a eso, contó que “la mayoría de las chicas que trabajan en mi equipo no estudiaron cocina ni repostería. Son personas que necesitaban el trabajo, vinieron les enseñé, aprendieron y hoy trabajan. Todos necesitamos trabajar”. 

“Tener una discapacidad no significa que no pueda aprender a hacer algo. Hay que identificar esas potencialidades y todos podemos aprender”, resumió. 

En relación a la disposición del ámbito para favorecer el proceso de inclusión laboral, Cecilia entendió que “yo tengo el espacio y puedo dar un lugar a alguien que lo necesita” y a modo de motivación a la sociedad dijo que “tenemos que poder salir de la estructura personal y de la estructura de negocio para animarse a esto. Lo que para uno es acomodar un par de cosas nada más, para la otra persona es una experiencia que significa mucho”. 

En ese sentido, destacó a todo el personal de La Estación que “pudimos entender eso, dimensionar y accionar realmente” y agregó que “se habla mucho de inclusión y de ser inclusivos, todo el tiempo está rondando eso por muchas cuestiones y acá con el equipo lo dimensionamos y realmente esto es inclusión”. 

Con tanta simpleza, Cecilia resumió una de las barreras a la inclusión laboral de las personas con discapacidad a nivel global: “hay que entender que la discapacidad no es tener un problema que te inhabilita por completo para todo: si tengo un problema en el habla o en la movilidad, pero tengo brazos, manos, puedo hacer otras cosas”.

“Vienen muy entusiasmados”

Yoseli Horca, es la profesora a cargo de la pasantía que acompaña a los jóvenes para su desempeño laboral. “Estamos muy agradecidos con La Estación que les brinda esta oportunidad. Hace años no se podían hacer las pasantías porque no encontrábamos espacio donde puedan hacer su experiencia” comentó la docente. 

Cabe señalar que actualmente también se desarrollan prácticas para pasantes del Taller de panadería y repostería en el local “Tentaciones” en la zona sur de Capital.

“Es muy valioso que nos brinden y abran las puertas para que puedan egresar, tengan una nueva experiencia, aprendan y tengan una visión de que se puede emprender, pueden hacer y vender, algunos ya lo hacen. Esto sirve para motivarlos”, reconoció. 

La función de la profesora es la de acompañar el proceso de adaptación a un ámbito laboral, guiando a las personas en las formas de transmitir la información, las consignas de las tareas y en observar el desarrollo de la práctica a fin de orientar y mejorar. “La idea es que ellos puedan trabajar de manera independiente y que esta orientación laboral sirva para que consigan un trabajo. Están muy entusiasmados. Les encanta y les gusta venir”, concluyó. 

Cabe señalar, que la inclusión laboral permite a las Personas con Discapacidad desarrollar su autonomía, autoestima, crecimiento profesional y personal, además aporta beneficios para toda la comunidad, ya que promueve la cohesión social y permite la implementación de un modelo de desarrollo inclusivo, armónico e integral.

Con espíritu emprendedor 

Los orígenes de La Estación se remontan al 2020, en el contexto de la pandemia ante la falta de trabajo. “Siempre fui muy emprendedora, tuve varios emprendimientos algunos funcionaron, otros no; con amigas hacíamos cosas para vender, de hecho, actualmente trabajan acá mis mejores amigas”, cuenta la emprendedora. 

“En la pandemia me quedo sin trabajo formal, empiezo a trabajar en el consultorio de mi mamá; yo amo la cocina y así clientes que me conocían me pedían combos materos para los fines de semana. Ante la necesidad, empecé con esos combos que incluían budines y alfajores. Después me empezaron a pedir solo alfajores”. En ese momento, descubrió que en otros lugares había locales exclusivos de venta de alfajores “bomba” y quiso probar. Ese mismo día “con dos mil pesos que era todo lo que tenía compre chocolates para hacer una tanda. Me salieron diez. En el patio de casa saqué la foto y en minutos los había vendido todos, al día siguiente hice 15 y así iba aumentando todos los días y probando variedades. Llegó un momento que sola no podía hacer todo el trabajo y así comenzó este emprendimiento que en aquel momento se sumaron 3 personas y ahora somos 10”.