
El Ministerio del Interior de Qatar confirmó que un oficial de seguridad murió y varios más resultaron heridos. El ataque se produjo en el distrito diplomático de Doha, una zona densamente poblada rodeada de escuelas y bloques de viviendas.
Los residentes expresaron su conmoción y temor tras el ataque y el Ministerio de Asuntos Exteriores de Qatar expresó su más enérgica condena, calificándolo de grave amenaza para la seguridad de los ciudadanos y residentes qataríes.
La condena fue internacional: partió desde el secretario general de la ONU y Arabia Saudita a Bangladesh, pasando por países de Europa e incluso los Estados Unidos.
Los analistas creen que el ataque tenía como objetivo atacar a los líderes de Hamás, socavar su capacidad de decisión y ganar influencia en las negociaciones de alto el fuego. Kheir Diabat, profesor del Departamento de Asuntos Internacionales de la Universidad de Qatar, declaró a la agencia de noticias Xinhua que Israel buscaba “eliminar a Hamás y excluirlo del proceso de toma de decisiones, allanando el camino para un acuerdo con una parte palestina más dispuesta a aceptar las condiciones israelíes”.
Eyal Zisser, vicerrector de la Universidad de Tel Aviv y experto en asuntos de Oriente Medio, afirmó que el ataque buscaba “ajustar cuentas” con los líderes de Hamás, señalando que Israel se comprometió a castigar a todos los implicados en el ataque del 7 de octubre de 2023, dondequiera que se encuentren.
Respecto a la posible implicación de Estados Unidos en el ataque, un funcionario de la Casa Blanca declaró a Al Jazeera que Washington “fue informado de la operación contra funcionarios de Hamás en Qatar”. Estados Unidos, que designó a Qatar como un importante aliado no perteneciente a la OTAN, mantiene estrechos vínculos con Qatar.