El calostro bovino suele contener más grasa, proteínas, vitaminas, minerales, citoquinas, hormonas, factores de crecimiento y nucleótidos, y menos lactosa que la leche madura. Una vez que se recolecta, el calostro bovino se pasteuriza, procesa y envasa.
Los consumidores pueden encontrarlo en forma líquida, en polvo, en pastillas y en comprimidos. También se ha utilizado como aditivo en productos lácteos (yogur, kéfir, leche fermentada, quesos y mantequilla), y hay alimentos tradicionales a base de calostro: khess (India), kalvdans (Escandinavia), abrystir (Islandia), leipäjuusto (Finlandia), molozyvo (Ucrania).
El excedente se recauda para suplementación sólo cuando se satisfacen las necesidades de los terneros recién nacidos.
Los defensores y fabricantes de suplementos de calostro de vaca afirman que pueden mejorar la salud intestinal, reforzar el sistema inmunológico, prevenir el envejecimiento de la piel e incrementar el rendimiento deportivo.
El calostro bovino no está prohibido en el mundo del deporte, pero la Agencia Mundial Antidopaje desaconseja su consumo porque contiene niveles “altos” de una hormona llamada factor de crecimiento similar a la insulina (IGF-1).
En general, el calostro bovino parece ser seguro para la mayoría de la gente, excepto para aquellos con alergias o sensibilidades a la leche de vaca, que deben mantenerse alejados.