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El Pobre de Derecha: cómo las emociones movilizan a clases populares contra sus intereses

En su influyente obra "El Pobre de Derecha", el sociólogo brasileño Jesse Souza expone una paradoja política que ha desconcertado a analistas en todo el mundo: ¿por qué las clases bajas y medias, cuyas vidas se ven directamente afectadas por políticas de ajuste y austeridad, apoyan con frecuencia propuestas que benefician a las élites económicas? Este fenómeno, que ha cobrado particular relevancia en países como Brasil, Estados Unidos y Argentina, es objeto de un análisis exhaustivo por parte de Souza, quien apunta a la manipulación emocional como una de las principales claves para entenderlo.



Por Gabriel Genri

Souza plantea que las élites, a través de poderosas maquinarias mediáticas y discursos neoliberales, logran desviar la atención de los problemas estructurales de la desigualdad hacia enemigos ficticios. En lugar de centrar el debate en la concentración de riqueza o en la precarización del empleo, los votantes de estas clases se ven atraídos por narrativas que apelan a sus emociones, particularmente el miedo, el resentimiento y la frustración.

El miedo como herramienta política

Uno de los pilares de esta estrategia es el miedo. Según Souza, las élites neoliberales capitalizan sobre la inseguridad de la clase media y trabajadora, proyectando amenazas que van desde la delincuencia hasta la competencia laboral con inmigrantes o beneficiarios de ayudas sociales.

En Argentina, por ejemplo, durante las elecciones de 2023, un número significativo de votantes de clase media y baja optó por propuestas que prometían mano dura contra la inseguridad y recortes a los planes sociales, bajo la premisa de que estos constituían una carga excesiva para los trabajadores "productivos". Este miedo a la "decadencia social" se construye sobre una percepción exacerbada de la delincuencia y el desorden, en la que la causa no es la pobreza o la desigualdad, sino los "otros", vistos como responsables de la crisis económica.

Souza subraya que este miedo no surge espontáneamente, sino que es promovido estratégicamente. Los medios de comunicación y ciertos líderes políticos, que actúan en beneficio de las élites, amplifican estos sentimientos, creando un clima de urgencia y amenaza constante.

El resentimiento como motor de división

Junto al miedo, el resentimiento juega un papel crucial. En vez de reconocer las desigualdades estructurales que enfrentan, las clases trabajadoras y medias dirigen su ira hacia los sectores más vulnerables, como los desempleados o aquellos que reciben asistencia estatal. Esta narrativa, según Souza, es central para mantener el statu quo, ya que divide a las clases populares y evita que reconozcan sus intereses compartidos.

El resentimiento se refuerza mediante un discurso meritocrático que coloca la responsabilidad del éxito o el fracaso únicamente en el individuo. Las personas que luchan por ascender económicamente tienden a ver a los beneficiarios de programas sociales como competidores desleales que reciben ventajas inmerecidas. En lugar de cuestionar el sistema económico que limita las oportunidades para todos, estas personas terminan apoyando políticas que castigan a los más pobres, en una dinámica que Souza denomina “la trampa de la competencia entre subalternos”.

Frustración y el mito de la meritocracia

La frustración también juega un papel importante. Souza explica que las clases medias y bajas, frustradas por su falta de movilidad social y el estancamiento económico, son seducidas por narrativas que ofrecen soluciones individualistas. Se les convence de que, con esfuerzo y dedicación, pueden mejorar su situación, lo que alimenta una visión meritocrática del éxito. Sin embargo, cuando no logran mejorar sus condiciones, esta frustración se canaliza hacia la defensa de medidas punitivas o de corte neoliberal que, paradójicamente, perpetúan su propia exclusión.

Este ciclo de frustración y promesas incumplidas lleva a un debilitamiento de la solidaridad entre los sectores populares, debilitando también los movimientos sociales que podrían desafiar las estructuras de poder. La creencia en el "sueño meritocrático", según Souza, actúa como un sedante, desviando la energía de la protesta hacia una aceptación resignada de las reglas del juego, o incluso hacia el apoyo a figuras autoritarias que prometen restaurar el "orden" y castigar a quienes "no contribuyen".

Desplazamiento de la mirada

El análisis de Souza muestra cómo el éxito de esta estrategia radica en el desplazamiento de la mirada. En lugar de centrarse en las élites que acumulan poder y riqueza, las clases populares son inducidas a culpar a aquellos que están en una posición incluso más vulnerable. Esta división interna es lo que permite que las políticas de ajuste y austeridad, que claramente perjudican a las clases trabajadoras, se implementen con el apoyo de quienes más sufrirán sus consecuencias.

Este fenómeno no es exclusivo de Argentina. En las últimas décadas, el voto de las clases populares en contra de sus propios intereses ha sido evidente en países como Brasil, donde figuras políticas conservadoras han logrado movilizar a amplios sectores de las clases bajas bajo promesas de seguridad y orden, mientras implementaban políticas económicas que favorecían a las élites. De igual modo, en Estados Unidos, el voto de los trabajadores de clase media en favor de figuras como Donald Trump sigue patrones similares, basados en la promesa de restaurar el "American Dream" a través de la mano dura y el proteccionismo.

Una solución a largo plazo

¿Qué alternativas ofrece Souza para contrarrestar esta dinámica? La clave, sostiene, está en la construcción de una narrativa política que apele a la solidaridad, los derechos colectivos y una clara identificación de las causas estructurales de la desigualdad.

Para revertir esta tendencia, las propuestas políticas basadas en la justicia social deben ser capaces de movilizar las mismas emociones que hoy alimentan el voto neoliberal, pero con una dirección diferente. Souza argumenta que la única forma de contrarrestar el miedo y el resentimiento es ofrecer un mensaje esperanzador que restaure la confianza en la acción colectiva y en la posibilidad de un cambio estructural.

En última instancia, la batalla no es solo por el bienestar económico, sino por el sentido común. Solo si las clases populares logran reconocer que su destino está interconectado, será posible que rechacen las políticas que, aunque disfrazadas de soluciones inmediatas, perpetúan su exclusión.