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Obispo y mártir

"No vengo a ser servido, sino a servir; a todos, sin distinción de clases sociales, modos de pensar o de creer; como Jesús, quiero ser servidor de nuestros hermanos, los pobres; de los que sufren espiritual y materialmente, de los que reclaman ser considerados en su dignidad humana", fueron las primeras palabras que pronunció monseñor Enrique Angelelli, el 24 de agosto de 1968 cuando asumió como obispo de la provincia. Esa primera homilía quedó impresa en las páginas de El Independiente del día siguiente.



Ocho años después, en el mismo mes que asumió, un día como hoy, 4 de agosto murió asesinado en Punta de Los Llanos. En esos pocos años, la pastoral del nuevo obispo denunció enfáticamente hambre, miseria, ignorancia, desencuentros e injusticias que vivían los riojanos. Señalaba como responsables a los poderosos que acumulan riqueza, al poder político que no solucionaba los problemas de la comunidad, incluso a los que teniendo educación no eran promotores del cambio. En una entrevista con este medio, cuatro días después de asumir, dijo que los bienes que tienen estos sectores deben tener un sentido social, un sentido de ayuda porque el que los tiene “no es el dueño de los bienes sino un administrador”.

Con su mensaje y accionar, Angelelli comenzó a tocar intereses, orgullos y egoísmos, propios de quienes acumulan riqueza a costa del trabajo y la explotación de los que producen, de los trabajadores, de los empleados y peones.

A la que primero apuntó fue a la propia Iglesia y le preguntó y se preguntó: “Iglesia riojana, ¿cuál es tu misión? e Iglesia riojana, ¿qué dices de ti misma?”. La primera respuesta fue volver a lo bíblico y a la prioridad con los pobres. La segunda no tenía origen en una ideología personal del obispo sino en un compromiso asumido por la Iglesia universal en el Concilio Vaticano II realizado en1962/65 en Roma, con casi tres mil obispos, entre ellos el propio Angelelli.

Compromiso de la humanidad

Entonces, enormes reformas sacudieron a la Iglesia. Cambios en la liturgia y los rituales habilitaron misas comunitarias, lenguas locales y creencias regionales. El objetivo fue que la iglesia “interprete los signos de los tiempos” partiendo de “la condición humana en el mundo de hoy” y luego lo teológico. Fue tal la visión de futuro de aquellos obispos que hoy, las propuestas, siguen vigentes.

La Constitución Gaudium et Spes (Alegría y Esperanza), definió, en el proemio, el compromiso, no solo de la Iglesia, también de la humanidad al señalar: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias no solo de los cristianos sino de todos los humanos”.

En el Capítulo II, Comunidad Humana calificó de escandalosas “las excesivas desigualdades económicas y sociales que se dan entre los miembros o los pueblos” y las consideró “contrarias a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y a la paz social e internacional” por eso en el Capítulo III, sección I. 66, declaró que el desarrollo económico “no debe quedar en manos de unos pocos o de grupos económicamente poderosos en exceso, tampoco en manos de una sola comunidad política o de ciertas naciones más poderosas”.

Fue más claro en el punto 69 cuando señala que “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y la caridad”.

Contra todos los poderes

En ese contexto conciliar desarrolló la pastoral el nuevo obispo y pronto encontró resistencia en grupos de poder de la sociedad riojana. En las homilías que radio LV14 transmitía cada domingo; en la versión gráfica que El Independiente publicaba los lunes; en los encuentros evangélicos, con instituciones; en barrios y pueblos riojanos, Angelelli hablaba, alertaba, exhortaba o amonestaba. Enfrentó al poder político. A su arribo la provincia estaba intervenida por los militares y el gobernador era el chileciteño Guillermo Iribarren, siguió un breve interinato de Eduardo Menem, luego el empresario Juan Bilmezis y el comodoro Luchesi hasta el retorno de la democracia en 1973.

El poder político, económico, empresarial y agrario reaccionó cuando el obispo comenzó a movilizar conciencias en encuentros pastorales donde se discutía sobre familia, trabajo, jóvenes, tierras, vida religiosa, empresa, empleados, asistencia social, educación, cultura, etc. pedía el compromiso de todos y la denuncia de la explotación de los obreros, la especulación de los comerciantes; la migración por falta de trabajo, etc. Fueron memorables las asambleas contra la usura. Le siguió una campaña contra un casino que quería instalar Tomás Alvarez Saavedra. Con los impuestos al juego, justificó el empresario, el gobierno realizará obras de bien público. No tardó en llegar la respuesta del obispo: “el progreso no se lo busca por el juego. La Rioja necesita muchas obras, adelantos de la técnica y de la ciencia pero que su precio no sea la postración moral de nuestra juventud y de nuestras familias”.

Como ese, hubo múltiples enfrentamientos con empresarios y funcionarios que veían florecer sindicatos de trabajadores; el derecho a huelga; cooperativas para que los trabajadores tengan su fuente laboral o una parcela de tierra para producir; centros de estudiantes por más y mejor educación, ateneos por la divulgación de la cultura, centros vecinales, grupos juveniles, etc.

Ayer como hoy

El primero que reaccionó fue el gobernador Iribarren que acusó a la iglesia de inmiscuirse en asuntos que no le competen: la política. Lejos estuvo Angelelli de confinarse a orar en la Catedral y continuó con su prédica acompañado de sacerdotes y religiosas por lo que más temprano que tarde aparecieron las represalias con la detención de varios curas acusados de extremistas, subversivos, comunistas, marxistas y a Angelelli “obispo rojo”. Discursos que para estos tiempos libertarios aparecen más que similares.

Las elecciones democráticas de 1973 abrieron un espacio de esperanza; Menem electo gobernador abogó por una política de “gobernar es dar trabajo” pero se inclinó por el empleo público sin habilitar la prometida reforma agraria y “la tierra es para quien la trabaja”. En Aminga, la cooperativa CODETRAL reclamaba 38 fincas que los Azzalini compraron a la gente del pueblo por deudas varias, tanto que aquellos dueños ahora eran arrendatarios o peones. La Legislatura, con mayoría peronista no habilitó la expropiación y rompió la incipiente alianza gobierno e iglesia. Hoy, esas tierras están abandonadas e improductivas.

Fue en Anillaco, tierras de Menem, donde comenzó la reacción más violenta contra la pastoral de Angelelli, complotados con un sector del periodismo capitalino y vecinos de la derecha conservadora que echaron a los sacerdotes y al obispo al grito: “No queremos un Dios comunista, un Dios clasista, que nos divide en ricos y pobres, en explotadores y explotados”.

Un calco de aquella realidad se trasladó a estos días y con un gobierno anarco libertario. Ayer como hoy, la familia Menem jugaba a dos puntas, mientras Carlos como gobernador compartía discursos contra el capitalismo e invitaba a militantes montoneros; sus hermanos encabezaron la expulsión de Angelelli de Anillaco y el ataque a la casa de las religiosas y el Movimiento Rural Diocesano en Aminga.

La espiral de violencia continuó y se volvió trágica con el golpe de Estado de marzo de 1976. El 4 de agosto, la dictadura cívico-militar terminó con su vida. El crimen, a escasos km de Punta de Los Llanos, quedó caratulado como accidente. Venía de enterrar a dos sacerdotes chamicalenses asesinados dos semanas antes. Entre medio mataron al laico Wenceslao.

Medio siglo después

Pasó medio siglo de aquellas nefastas jornadas y en medio, un periodo democrático, 1983, puso luz a crímenes, desapariciones, torturas y delitos económicos que dejaron al país sin producción, sin industria y sin trabajo. Los responsables condenados por delitos de lesa humanidad. Hoy en medio del colapso del pacto democrático de 1983 por el cual todas las fuerzas políticas rechazaban lo ocurrido.

El gobierno nacional reivindica la dictadura y un grupo de diputados de La Libertad Avanza visitó genocidas encarcelados. Las críticas apuntaron al presidente de la Cámara de Diputados, el riojano Martín Menem, a quien la senadora nacional Florencia Lopez le marcó contradicciones ya que “el doctor Carlos Menem” tío de Martín, “estuvo detenido 4 años por orden de esa dictadura”.

Otros dirigentes no se mostraron sorprendidos por la visita a genocidas porque él mismo -Martín Menem- eligió al abogado Juan Carlos Pagotto, -defensor de acusados de desapariciones y torturas en los tribunales riojanos- como candidato a senador, luego electo.

Memoria y presencia

Medio siglo después, el legado del obispo mártir tiene presencia. Medios El Independiente fue fiel testigo de la pastoral diocesana y atesora en su archivo homilías, entrevistas y encuentros del pastor con la comunidad. Después del golpe de Estado de 1976 y su asesinato, la dictadura impuso censura al diario. Muy pocos, dos o tres, por las persecuciones y el miedo desatado, colocaron en 1977, primer aniversario, una cruz al costado de la Ruta 38, al año de su muerte. Recién en 1979 El Independiente pudo publicar la misa por el tercer aniversario que se celebrada en la Catedral.

De ahí en más, el martirio del obispo que entregó su vida por el Evangelio cobró fuerza en las Comunidades Eclesiales de Base, el Decanato de Los Llanos, el Papa Francisco y sucesivos gobiernos peronistas provinciales. Cada 4 de agosto es feriado provincial y la fecha está incluida en el Calendario Escolar para hacer memoria del día que, como dice la Cantata Riojana: “En Chamical/ y en Punta de Los Llanos/¡desnucado está Dios!”