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Después de nueve años, retorna la derecha al poder en Portugal

La reedición de viejas coaliciones electorales no será suficiente para contener el avance de una derecha radicalizada.



Ciento cincuenta años después, otro ¿fantasma? recorre Europa y el mundo occidental; el del conservadurismo y la extrema derecha que con una sábana blanca encima a modo de disfraz y presentándose como “liberales” o “libertarios” se parece más al Klu Klux Klan que a un fantasma, sobre todo porque los fantasmas son almas en pena y las victorias de espacios más cercanos a las derechas tradicionales son claro indicio y fuerte recordatorio de que lo que se vive en varios puntos del mundo occidental, es la vuelta de nombres conocidos, viejas políticas y discursos gastados desde el más allá. 
 
Después de nueve años, retorna la derecha al poder en Portugal. La Alianza Democrática (coalición de 3 partidos de centroderecha fundada el 5 de julio de 1979 por el Partido Social Demócrata (PSD), el Centro Democrático Social (CDS) y por el Partido Popular Monárquico (PPM)) y disuelta poco después, volvió a la arena electoral en 2022, participando solamente en el distrito electoral de Azores, quizás incentivados por la aparición de Chega (el Vox o LLA luso) en la escena política local. Y hoy, menos de dos años después de su retorno, logra el triunfo en las parlamentarias nacionales al superar al oficialismo del Partido Socialista por 0,8% de diferencia con 29,5% frente al 28,7% del candidato Pedro Nunes Santos (PS). 
 
Ambos partidos, a pesar de haber ocupado los lugares de privilegio en el podio final, han estado por debajo de sus promedios históricos, síntoma del descontento generalizado tras gobiernos que han dejado entre sus votantes, sensaciones de adormecimiento e inacción (el slogan de campaña del PS fue “Más Acción”). El PSD y el PS son -alianzas más, alianzas menos, incluyendo una muy breve entre ellos mismos- los dos partidos que se han alternado el poder durante gran parte de los últimos 40 años desde el retorno de la democracia a Portugal que en abril próximo cumplirá 5 décadas, después de que la Revolución de los Claveles pusiera fin a casi 50 años de dictadura salazarista.
 
Luis Montenegro, presidente del Partido Social Demócrata (PSD) obtuvo una luz de diferencia por sobre el candidato oficialista del Partido Socialista (PS) Pedro Nuno Santos, quien asumió a fines de 2023 después de la renuncia de António Costa luego de que se hicieran públicas irregularidades en contratos públicos vinculados a proyectos energéticos. Cabe aclarar que pocos días antes de las elecciones, el Ministerio Público admitió que no tenía pruebas de hechos de corrupción cometidos por Costa en los casos de litio e hidrógeno, -dando como resultado diversas acusaciones de lawfare contra la Fiscalía- y el desgaste autoinfligido a su gestión marcada por el poco diálogo con sus antiguos aliados electorales (BE y PCP durante el mandato 2015/2019) y escasas soluciones para sectores como la salud y educación pública (tanto a nivel servicios como salarios de trabajadores).
 
El año pasado, hasta la policía marchó y fue a la huelga por reclamos salariales para paliar el incremento en el costo de vida, resultado de la parálisis del PS y la inercia de las reformas realizadas por Passos Coelho (coalición PSD-CDS) durante su mandato 2011-2015 signado por el incremento del IVA, desregulación del mercado inmobiliario, negativa a reducir pensiones a la clase política, diplomáticos, jueces, militares y gravando fuertemente los ingresos de los sectores medios (acompañado de reducción de pensiones y jubilaciones), venta de empresas nacionales a fondos extranjeros y escándalos diversos.
 
La reedición de viejas alianzas electorales no será suficiente para contener el avance de una derecha radicalizada, el contexto actual demanda también que llegue la reconciliación con la ciudadanía que por el momento guarda una porción de racionalidad y no le otorga el poder democrático suficiente para alzarse con la victoria a la derecha extrema que suele proponer romper la convivencia (en todo sentido) como condición para lo demás: reformas radicales que pongan el Estado al servicio de los poderes concentrados.
 
El PS portugués no ha conseguido lo que sí consiguió el PS español hasta el momento; conservar el poder ante el avance de las derechas y extremas derechas que parecen repetir estrategias, presentando propuestas de “centro derecha” o “derecha tradicional” (PP español, PSD portugués, PRO/JxC argentinos) en competencia con sellos partidarios totalmente radicalizados como Chega, Vox o La Libertad Avanza, en el caso local para luego forjar alianzas que les permitan llegar o consolidar su poder. Juegan en tándem a algo similar, buscando diferenciarse discursivamente, pero con amplias coincidencias en el diseño de políticas públicas y decisiones de gobierno.
 
En más de una ocasión, el ganador de la elección 2024 Luis Montenegro afirmó que su espacio jamás gobernó ni gobernará “con el apoyo de la extrema derecha ni de la extrema izquierda”. La extrema derecha representada por Chega (Basta), claro ganador de la contienda, tiene -como sus versiones en otros puntos del planeta- poco tiempo de existencia y un crecimiento exponencial elección tras elección (1,29% en 2019, 7,18% en 2022 y 18% en 2024), fundado principalmente en los reiterados fracasos de los “partidos tradicionales” que no logran revertir su desconexión con los reclamos y necesidades de la sociedad en términos de propuestas, discursos y políticas públicas (el poder de compra del salario portugués comienza a parecerse cada día más a los de la postergada y denostada Europa del Este). 
 
Lo que no ha quedado claro aún es si para Montenegro el Partido Socialista representa a la izquierda extrema o lo considera un sector en el cual pueda depositar -diálogo y acuerdos mediante- gran parte de las garantías que necesita su alianza para sostener la gobernabilidad y contener el avance de una ultraderecha internacional que responde de manera inorgánica e implacable a la agenda de la Doctrina Bannon: antiglobalización, antiderechos individuales, racista, xenófoba y pro monopolios. Y, sobre todo, si esto es algo que la sociedad tolerará a mediano-largo plazo, dada la pérdida de apoyo que ha sufrido el PS y el propio PSD en sus últimas experiencias al frente del país.