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Don Carlos, el alma cincelada de la feria

Con 71 años y más de tres décadas recorriendo el país, Don Carlos es una figura entrañable en la Feria del Artesano de La Rioja. Entre mates cincelados, cuchillos templados y muchas historias, comparte una vida dedicada al arte, la amistad y la pasión por lo hecho a mano.



El artesano comentó que “forma parte de la vieja guardia de los artesanos. De esos que todavía seguimos viajando con nuestros productos por todo el país. Ya no quedamos muchos de mi edad, con 71 años, somos muy poquitos los que aún seguimos en la ruta”.

Agregó que “esto se transformó en mi vida. Por ejemplo, los mates cincelados los trabajo en una morsa, con 7 u 8 cinceles y un martillo. Les hago paisajes, flores, pájaros, todo a mano. Cada mate es único.

Trabajo colectivo

“Siempre trabajé con dos personas muy buenas, muy leales, que me ayudaron en el taller. Un día hablé con mi señora y le dije que quería desprenderme del taller. No venderlo, sino entregárselo a ellos. Porque se lo merecían. Llegamos a un acuerdo, y así fue”, comentó.

“Igual sigo presente. Sobre todo en la producción de cuchillos, donde es fundamental controlar el templado y revenido del acero. Eso es algo que la gente no ve, pero que define la calidad. Yo voy dos veces por semana al taller a supervisar ese proceso”, detalló.

Un paso al costado

Fue con mucha paz. Fue un paso elegante al costado, como me gusta decir. Sentí que devolvía lo que me habían dado. Porque cada pieza que uno hace tiene algo de uno. Uno le pone el alma, le pone historia, le pone amor. Entonces, claro que emociona ver que alguien se lleva eso. No es solo un producto: es una parte de uno”.

“La Rioja es un lugar muy especial. Vengo tres veces al año, cuando la Mutual de Artesanos organiza la feria. Es el único lugar del país donde vengo más de una vez. A todos los otros, voy una sola vez por año. Entonces esto, más que una feria, es un encuentro de amigos. No me imagino dejar de viajar, de ver a mis amigos del sur o de acá. No lo concibo”.

Don Carlos comentó que “trabajo de esto y disfruto. Tengo una jubilación mínima, así que también es una necesidad. Pero no lo hago solo por necesidad: lo disfruto. Me gusta. Y si lo necesitas y encima te gusta, lo vivís doblemente”.

El público disfruta el proceso

Sobre el interés de los visitantes, ilustró que “se acercan, yo les muestro cómo se cincela un mate, cómo se templa el acero. También les explico, por ejemplo, que las astas de ciervo que usamos no requieren matar al animal. Al ciervo se le caen solas las astas en el período de recambio. Eso se llama ‘asta de volteo’. Mucha gente no lo sabe, y me gusta explicar cómo se hacen las cosas. Eso también es parte del trabajo”.

Por último, solicitó que “se animen a preguntar, a mirar, a tocar. Que sepan que cada pieza tiene historia. Y que cuando uno compra un objeto artesanal, se está llevando mucho más que un mate o un cuchillo: se lleva un pedacito de vida”.