
05/06/20
Desde 1972, la Asamblea General de Naciones Unidas acordó dedicar un día al año a la concienciación sobre el medioambiente. El presente año está enfocado en la contaminación del aire. Sin embargo, debido a los efectos colaterales de la pandemia del coronavirus, la calidad del aire ha mejorado con respecto a otros años, por la simple razón de la reducción del consumo y la disminución en la producción. ¿El ser humano está en condiciones de aceptar la lección que Gaia nos está dando en estos momentos?.
Por Clara Olmedo e Iñaki Ceberio
Para la mitología griega, “Gaia” representa a la Diosa madre, esposa del dios Urano y madre de los titanes y cíclopes. Hoy en día, su nombre lleva el nombre de una de las teorías científicas más innovadoras del siglo XX creada por James Lovelock. En esta teoría se vincula la estrecha relación entre la vida y el clima hasta tal punto que el planeta se comporta como si fuese un organismo vivo al mantener estable la temperatura global del planeta. Siguiendo la analogía de un organismo vivo, en estos momentos el planeta tiene fiebre causada por un efímero ser: el ser humano.
Los virus son los organismos más simples. Están compuesto por una cadena de ADN o ARN y protegidos por una capa de proteína. Su existencia consiste en reproducirse al introducir su carga genética en el interior de las células. En este sentido, son parásitos pues dependen de otros seres vivos para reproducirse, causando en muchos casos la muerte del ser anfitrión.
Siguiendo con la analogía de Lovelock, el ser humano también tiene muchas similitudes con los virus, pues depende de otros organismos para vivir, y parece que su fin es exclusivamente reproducirse. Ahora bien, desde una perspectiva planetaria, los virus dejarían de ser virus y se los podría ver como glóbulos blancos, encargados de defender al planeta de organismos que producen infecciones, como el ser humano que le produce fiebre al planeta.
Por lo tanto, el concepto de virus cambia dependiendo de la perspectiva, pero si observáramos el planeta desde el espacio, queda claro que el modo actual de vida del ser humano, sobre todo, el que se sitúa en el primer mundo, es una enorme infección manifestada a través de la contaminación. Gaia se defiende con estornudos al modo de huracanes, suda a modo de lluvia torrencial, y tiembla o modo de terremotos. Sin duda, son todas analogías que nos conducen a plantear qué relación queremos establecer con el planeta, y también qué relación queremos establecer entre nosotros, el género humano.
La presión que el ser humano ejerce sobre la naturaleza es absolutamente desmesurada, sin control, y cuando un insignificante virus se nos presenta globalmente y el ser humano se enclaustra en sus casas, la naturaleza respira aliviada de la presión humana. Quizás el coronavirus no sea un virus, sino el anticuerpo que salen a defender a Gaia, la Gran-Diosa dadora de vida y muerte. Y el hombre en su soberbia no ha aprendido a vivir de manera armoniosa con un entorno aún con mucha vida.
Para algunos, el ser humano será la culminación evolutiva de los organismos vivos, pero el más insignificante de los seres, los virus, nos pueden borrar del mapa en cuestión de meses. Despreciar a la vida tal como lo hace el ser humano, nos sitúa en una situación de riesgo constante ante los eventos de Gaia. El coronavirus es solo un aviso.