
La población argentina consume muy poco pescado. Con 7 kg per cápita al año, Argentina está entre los países con menor consumo de pescado del mundo, muy por debajo del promedio global y de la mayoría de los países de la región.
El dato se desprende de un reciente informe publicado por FUNDAR. En 2022, Argentina consumió 7,1 kg de pescado y mariscos por habitante al año. Esta cifra ubica al país en el puesto 129 entre 170 países con datos disponibles. Para poner este número en perspectiva, el promedio mundial es de 18,7 kg per cápita, más del doble que en Argentina.
También está detrás de sus vecinos. Chile, con una fuerte tradición pesquera y costera, consume 14,4 kg por habitante, el doble que Argentina. Uruguay, con características geográficas y culturales similares a las argentinas, alcanza los 11,8 kg per cápita. Y también en Brasil el consumo es mayor al argentino (8 kg per cápita).
El contraste con los países de alto consumo de pescado, como varios de Europa y Asia, es aún más marcado. En España, la ingesta anual de pescado es de 40 kg per cápita, casi seis veces la de Argentina; en Japón, con una gran tradición culinaria basada en productos del mar, llega a los 46 kg, y en Portugal a 54 kg. El récord mundial lo tiene Islandia, con 87 kg, cifra 12 veces mayor a la argentina.
Entre los factores que podrían explicar esta situación se pueden mencionar varias, entre ellas que la dieta argentina se construyó históricamente en torno a la carne vacuna, un símbolo de identidad nacional. Además, la falta de familiaridad y conocimiento, dado que el pescado no forma parte del menú habitual y en muchas ciudades la oferta es limitada, lo que refuerza esa falta de hábito.
También intervienen factores económicos y logísticos. El pescado suele ser más caro que otras carnes, como el pollo o el cerdo, y su distribución es más compleja debido a las distancias y a la necesidad de mantener la cadena de frío. Esto genera un círculo vicioso: el bajo consumo reduce el tamaño del mercado interno, lo que encarece los precios y desincentiva mejoras en la logística, perpetuando así el consumo reducido.
El Precio
En Argentina, el pescado no es una proteína accesible para todos. Los datos de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares muestran una clara correlación entre ingreso e importancia del consumo de pescado en la dieta.
En los sectores con menos recursos, el gasto en pescado apenas ronda el 1% del total destinado a alimentos. En cambio, en el decil 10 (10% de mayores ingresos), el consumo de pescados y mariscos alcanza el 2,5% del gasto en alimentos. Estas diferencias se explican, sobre todo, por el consumo de mariscos (como calamar y langostinos), y pescados importados relevantes en la dieta argentina, como el salmón y el atún en conserva. En contraste, la merluza y los pescados de río son más transversales a los distintos estratos sociales.
Este patrón contrasta con lo que ocurre en otros países, donde el pescado es una fuente de proteína accesible para toda la población. En varios países asiáticos o europeos, el pescado suele ser más barato que la carne vacuna o el pollo, lo que facilita su consumo masivo. En Argentina, la ecuación es la inversa: el pescado es casi un bien de lujo.
Mientras que el consumo de carne aviar y porcina creció de manera sostenida en las últimas décadas, el pescado se mantuvo prácticamente estancado.
En 1961, los argentinos consumían 4,1 kg de pescado per cápita. En 2022, esa cifra era de 7,1 kg. Aunque representa un aumento del 74%, es un crecimiento muy modesto en comparación con lo que ocurrió con otras proteínas animales. Sólo a fines de la década de 1990 se superaron los 10 kg per cápita, en un contexto de sobrepesca insostenible de la merluza y el calamar, que llevaron temporalmente a un mayor abastecimiento al mercado interno.