
La escultura Energía olímpica, ubicada en Retiro, del artista Rogelio Polesello (1939-2014) condensa en acero y color la esencia misma del movimiento olímpico: dinamismo, fuerza y universalidad. Con su inconfundible impronta óptica y geométrica, Polesello reelaboró los emblemáticos anillos olímpicos y los convirtió en un símbolo vibrante y contemporáneo que va más allá de lo deportivo para abrazar el arte como un campo de exploración estética y sensorial.
La pieza, que mide poco más de dos metros de alto y está ubicada en la Plazoleta Barón Pierre de Coubertin, en el barrio porteño de Retiro, se compone de cinco óvalos de acero montados sobre un pie. Cada óvalo está patinado con los colores tradicionales de los Juegos Olímpicos —azul, amarillo, negro, verde y rojo—, representativos de cada continente. Pero lejos de reproducir literalmente los anillos, Polesello los deconstruyó y les confirió una forma ovalada, como si el movimiento mismo hubiese estirado su geometría original.
El artista explicó en su momento que esta transformación no fue caprichosa, sino una decisión consciente para transmitir la fuerza vital del olimpísmo: “Convertí los anillos en óvalos para darles más dinamismo, porque creo que las olimpíadas son dinamismo puro”. La alteración formal introduce la sensación de velocidad, expansión y flujo, conceptos que remiten tanto a la práctica deportiva como a la propia trayectoria artística de Polesello.
Polesello fue un pionero del arte óptico en América Latina. Desde muy joven comenzó a experimentar con materiales no convencionales y a subvertir la rigidez de las formas geométricas. El acrílico, los relieves y la fragmentación visual se convirtieron en herramientas claves para invitar al espectador a moverse, desplazarse y “activar” la obra con la mirada. En Energía olímpica, esa lógica perceptual sigue viva: el espectador no se enfrenta a una forma estática, sino a un objeto que sugiere rotación, vibración y transformación constante.
La obra desafía la lectura literal y propone una metáfora plástica del espíritu olímpico. La unión de los continentes, la convivencia de las culturas y la celebración de la diversidad no están solo en el símbolo original, sino también en el modo en que cada color y cada forma interactúan en esta escultura. La forma oval abre un campo de lectura donde la armonía y el equilibrio se ven potenciados por la tensión y el ritmo visual.
Energía olímpica refleja también el carácter lúdico y experimental que define buena parte del trabajo de Polesello. Para él, la geometría nunca fue una prisión, sino un punto de partida para jugar con la percepción. “La obra cobra vida en el ojo del espectador”, reveló el día de su inauguración en 2013.
El lenguaje plástico de Polesello, asociado a la abstracción geométrica y al op art, alcanzó resonancia internacional. Sus piezas forman parte de colecciones como el Museo Guggenheim de Nueva York, el Museo Tamayo de México, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Malba y la colección Rockefeller, entre otras. Además, recibió distinciones como el Premio George Braque, el Gran Premio de Honor del Salón Nacional y el Premio Konex en pintura y escultura.
La inauguración de Energía olímpica coincidió con la 125ª sesión del Comité Olímpico Internacional. Pero su valor trasciende el acto protocolar y se consolidó como un hito artístico en el espacio público, un diálogo entre el arte contemporáneo y los valores universales del deporte.