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Francisco y su legado

Jorge Bergoglio asumió el papado hace 12 años y desde entonces marcó diferencia con otros papas de la Iglesia Católica acumulando elogios, adhesiones, polémicas y rechazos.



Fue un Papa político, entendiendo la política no solo como decisiones que toma un gobierno, también lo que se hace o se decide en empresas, clubes, escuelas, iglesias incluso en cada familia/hogar. Así hay políticas tradicionalistas, reformadoras, progresistas, moderadas, conservadoras y hasta ultraconservadoras.

Esa misma multiplicidad de políticas estará presente en el próximo conclave de 138 cardenales que elegirán al nuevo Papa y que marcará el rumbo de la Iglesia, sea con los cambios progresistas del papa argentino o volver a una iglesia más conservadora, alejada de la realidad.

Una iglesia para todos

Francisco propuso un cambio de actitud de la Iglesia, una Iglesia que acoja a todos, por eso marcó un discurso renovador que despertó fuertes críticas de los sectores más conservadores de la Iglesia desde cardenales, arzobispos, curas, laicos y fieles.

Afirmaciones revolucionarias y posiciones disruptivas para la estructura de la Iglesia que marcaron un rompimiento con la mayoría de sus predecesores, excepto Juan XXIII y Pablo VI que actualizaron la Iglesia Católica a la luz de las nuevas realidades sociales con el Concilio Vaticano II que sesionó entre 1962 y 1965 en Roma, donde estuvo presente Enrique Angelelli. La opción por los pobres fue una de las grandes reformas conciliares y guía de Bergoglio en Argentina y en su papado.

“Habla de política y la iglesia no debe meterse en política” vieja frase a la que acudieron los críticos cuando Francisco habló de la economía que mata, la pobreza, el capitalismo desenfrenado, diversidades sexuales, abusos sexuales del clero, cambio climático, desigualdades, marginalidades, pecadores, excluidos, diálogo interreligioso, paternidad responsable incluida planificación familiar, aborto y tantos más.

Los cambios y reformas que introdujo no fueron ajenos a la iglesia en su origen y esencia ni a quien pregonó “el reino de Dios” en la Tierra, Jesucristo, cuestionado en su época por rodearse de los “indeseables de la sociedad”, pecadores, marginados, mendigos, pobres, prostitutas y mujeres marginadas de las prácticas religiosas. Todos, “hijos perdidos de la sociedad”, hundidos por el sufrimiento y la alienación. Jesús nació y vivió en un pueblo dominado por un imperio en medio de tensiones políticas, económicas, religiosas y un sistema de desigualdades profundas. Rompió los códigos vigentes del comportamiento social de la época para mostrar gráficamente que “el reino de Dios” debe estar abierto a todos, sin excluir o marginar a nadie. Pronto fue detenido, condenado sin juicio previo y crucificado.

A tanto no se llegó con Francisco, pero hay quienes señalan que pese a su popularidad se convirtió en una figura aislada políticamente del escenario mundial con sus propuestas. Francisco es “una voz moral cada vez más solitaria” en un mundo engullido por el nacionalismo, la desinformación y la xenofobia, escribió David Gibson, director del Centro de Religión y Cultura de la Universidad Fordham en Nueva York. “Un mundo sin un papa como Francisco se parecerá en algunos aspectos a una distopía hobbesiana (fuerte poder centralizado y opresión sobre los individuos) sin un profeta que nos señale nuestros mejores ángeles o un idealista sensato que muestre un camino mejor” agregó.

Un Papa rodeado de líderes y gobiernos hipócritas que asistieron en masa a su funeral tras calificarlo de “representante del maligno en la Tierra” y de comunista caso del presidente Milei ahora en primera fila frente a su féretro.

Con el Concilio Vaticano II

En un mundo marcado por la especulación financiera, la acumulación desmedida de la riqueza y las crecientes brechas sociales, el Papa Francisco cuestionó abiertamente el orden económico global. No se alejó ni un ápice de las reformas del Concilio Vaticano II que en los 60 -de finales del siglo XX- advirtió que “el desarrollo económico debe quedar bajo el control del hombre y no al solo arbitrio de unos pocos o de grupos dotados de excesivo poder económico ni se ha de dejar en manos de la sola comunidad política ni de algunas grandes potencias”. Sobre las desigualdades pedía “hacer desaparecer cuanto antes las enormes diferencias económicas que hoy existen y que cada día se agravan unidas a una discriminación individual y social”.

Las reformas del Concilio Vaticano II llegaron a La Rioja con la pastoral del obispo Enrique Angelelli en los 70, hablando de desencuentros y miseria porque ni los sistemas capitalistas ni colectivistas garantizan pan, techo, salud y cultura para todos. Levantó la voz contra los grupos económicos por no darle sentido social y de ayuda a los excedentes que acumulaban. En sus homilías Angelelli se preguntaba “¿por qué no distribuimos mejor y con más justicia los bienes y riquezas de nuestra Patria? Todos somos llamados a participar de los bienes que el Señor ha dado”.

Tal como ocurrió con el Papa Francisco, Angelelli fue acusado de comunista. En 1973 dijo, “me dicen obispo rojo, marxista, de extrema izquierda de llevar a la Diócesis de La Rioja no por los verdaderos caminos de la fe cristiana y del Evangelio. Los que me acusan desconocen su propia fe, desconocen la naturaleza de la iglesia y la profundidad de los problemas de la comunidad riojana” (Revista Crisis, 1973 Buenos Aires, Pág 54 a 57).

Por su prédica pastoral fue asesinado seis meses después del golpe de Estado de 1976. En 2006, Bergoglio entonces cardenal primado y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) llegó a La Rioja para el trigésimo aniversario del martirio del obispo riojano y dijo que tuvo “mucho coraje para anunciar y predicar el Evangelio pese a cuestionamientos, difamación y calumnias”; que estaba “enamorado de su pueblo, de los pobres, de los enfermos y llevaba consigo un proyecto humano y divino”.

En 2019, Angelelli, los curas de Chamical y un laico de Sañogasta fueron declarados mártires por defender la fe y el Evangelio y beatificados por orden del Papa Francisco.

Un cambio de actitud

Los cambios de su papado más que normas a cumplir por la iglesia y los fieles, apostaron a una nueva actitud frente a las prohibiciones como la homosexualidad, el aborto, el divorcio, la planificación familiar o la exclusión de los pecadores de los templos, de las bendiciones o algunos sacramentos.

Francisco apeló a dos conceptos sobre un pecador: la realidad es superior a la norma y “quien soy yo para juzgar”. Consideraba al pecado como una cuestión entre el pecador y Dios y que la comunidad no tiene derecho a juzgar ni a mirarlo mal. “Que el pecador se las arregle con Dios”, concepción fuertemente rechazada por los conservadores que creen que a la iglesia no pueden ingresar los pecadores, “aunque cada vez seamos menos” responden. Triste conclusión.

El papa Francisco aclaró que no aceptaba el matrimonio homosexual, ni el divorcio, ni el aborto que siguen siendo pecados para la iglesia pero que no son razones para excluirlos porque “todos somos hijos de Dios”.

Sinodalidad

La Comisión Teológica Internacional impulsada por el Papa Francisco investigó entre 2014 y 2017, las raíces sinodales de la iglesia y propuso una iglesia más receptiva, adaptada a los desafíos del mundo actual que acoge a bautizados y excluidos. Así como en los sínodos los obispos debaten sobre la iglesia, propuso un sínodo en cada catedral, parroquia o capilla con toda la comunidad, con la diversidad de sus miembros, para rezar, escuchar, analizar, dialogar, discernir y ofrecer consejos para la pastoral.

Monseñor Dante Braida, obispo de La Rioja, fue parte del Sínodo de la Sinodalidad en el Vaticano. Asistió a las sucesivas asambleas que comenzaron en 2021. La última en 2024. A su regreso convocó a la prensa y explicó que “sínodo significa caminar juntos. Vemos una comunidad que camina representada por diferentes tipos de personas y guiados por el Espíritu Santo”. En el Vaticano se debatió con representantes de todo el mundo y “el Papa nos repetía que no era un parlamento, no era exponer ideas o nuestra visión sino un espacio de conversión, de transformación y de aportar lo que creemos, lo que el espíritu a cada uno nos suscita”. Quedó “un documento final con el que entramos en la etapa de implementación, reconocer lo vivido, profundizar entre todos lo que significa Iglesia sinodal y poder ir haciendo las conversiones personales y comunitarias para tomar decisiones” aseguró Braida.

La sinodalidad es uno de los grandes legados de Francisco para la Iglesia del tercer milenio por eso la Oración al Sínodo se aleja de las repetitivas y antiguas plegarias cristianas y reza “No permitas que la ignorancia/nos lleve por falsos caminos/Concédenos el don del discernimiento/para que no dejemos que nuestras acciones/se guíen por prejuicios y falsas consideraciones”.