Doña Lucía del Valle Urriche es una humilde mujer soltera, de 54 años de edad, nacida en pleno campo, concretamente en Cerro Colorado, al sudoeste de El Leoncito, antiguo, estrecho, fangoso y empinado paso de los arreos de toros, que antiguamente eran trasladados en pie hacia Chile, a través del departamento Vinchina.
Así comienza la nota escrita por César “Lalo” Eduardo Varas que publicó en su página de Facebook sobre Lucía Urriche a la que describe como la última pastora que sobrevive en la precordillera riojana, en un paraje cercano a Jagüé.
El extenso relato de Varas, en base a una entrevista que le realizó hace un par de semanas, agrega, textual, lo siguiente: El campo de mención está ubicado en plena precordillera riojana, un páramo desolado enclavado entre montañas nevadas, con un clima riguroso en invierno, aunque más benigno en verano, con sus soles esplendentes que refulgen en los espejos de nieves eternas, de los más elevados picos de las montañas circundantes.
Allí vino al mundo Lucía, con su destino señalado bajo el brazo, igualmente un hermano suyo y ahí se criaron a lo criollo, bajo la protectora tutela de su madre y de su tío, Doña Morena y Don Exequiel Urriche, ambos oriundos de Jagüé; quienes ya ancianos y enfermos se radicaron definitivamente en Vinchina; habiendo delegado hace bastante tiempo en Lucía, la responsabilidad de tomar las riendas en la crianza y cuidado de las majadas de ovejas y cabras, actividad que desarrollaron toda sus vidas y que Lucía aprendió desde niña.
Afable y suelta de ánimo
Allí pasó su niñez, su juventud, con esporádicos viajes a Jagüé el pueblo más cercano a su campo. Ahora en su adultez se echó al hombro ese compromiso, de continuar haciendo crecer el ganado, de lo que depende su subsistencia, "y será hasta que mi Dios diga basta" me dice entre risas.
Es admirable la entereza, el coraje y la voluntad de esta mujer menuda, afable, dispuesta al diálogo muy suelta de ánimo y a invitar unos mates; es también conocedora profunda de todos los rincones del alejado campo donde vive, sus distintos puestos adonde cada tanto, traslada su ganado según la época del año en busca de hierbas tiernas. No deja de bajar a Jagüé y a Vinchina, en cualquier tiempo que sea, cuando solo ella lo decide y necesita, porque no tiene quien la mande, es su propia patrona, me cuenta a modo de broma; aprovecha para visitar a su madre y a su tío que están en un estado de decrepitud; al mismo tiempo, compra los suministros para un largo período y regresa a su querencia, donde comprobará si su amigo Barrera que quedó como encargado, cuidó bien a sus animales en su ausencia y luego a seguir con sus tareas de pastora eterna.
Tuvo hasta 3000 animales
Los puestos que tiene el campo Cerro Colorado son: La Llareta, La Cieneguita, Estancia Vieja, Casa del Bajo, Lampaya y Agua del Medio, en algunos tiene un rancho precario de piedras con techo de ramas y cueros, en otros se arregla a cielo abierto a orilla de un fogón, aunque casi todos los días está detrás de sus majadas, cuidando, atisbando siempre alerta, en previsión de un ataque sorpresivo de algún puma o zorro, depredadores que abundan en esa zona, y ella...sola como siempre, solo con sus fieles perros que no se despegan de su lado, vaya.. si tiene valentía esta pastora corajuda. Es grande el sacrificio y agobiador el trabajo de esta puestera, para atender alrededor de 700 animales a la fecha le quedan, porque va vendiendo para subsistir, "Llegué a tener cerca de 3000 animales entre grandes y chicos don", me confiesa. Entre mate y mate también me cuenta que cuando moza, fue madre de dos hijos varones que apenas emplumaron sus alas, volaron a buscar sus propios destinos
Este caso único en nuestros campos y cerros y en estos tiempos, despertó mi interés y curiosidad, por ser la última pastora que sobrevive, peleándole a la adversidad y enfrentando la soledad en Cerro Colorado, con agallas de criolla pura, con total entrega a ese sacrificado trabajo en un campo desolado.