Una evaluación sobre la economía social ante las políticas del gobierno nacional marca una situación de dificultades y crisis, según Andrés Ruggeri, antropólogo social y profesor de la UBA quien también responsabilizó a los dirigentes de cooperativas, empresas recuperadas y emprendedores. Cree que habrá alternativas, políticas, por un lado, también del propio movimiento social a través de una recuperación de la capacidad productiva y de gestión por fuera del Estado.
La economía social, solidaria, autogestión, popular o cooperativista, con sus diferentes particularidades, “está pasando dificultades, producto de la situación general del país, de la política económica y de la política en general que está hegemonizando la situación que impone el gobierno lo que provoca una serie de dificultades de distinta magnitud”, según el sector o lugar donde se está, aseguró Ruggeri que fue entrevistado por la periodista Silvia Porritelli de Acción, en defensa del cooperativismo y del país, una publicación del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC).
Aclaró que no es la economía cooperativa, popular o autogestionada la que está “pasando por problemas de su propia dinámica específica, sino que está impactando el contexto de caída de la economía del mercado interno a nivel consumo por la pérdida de poder adquisitivo de los salarios que es la que termina consumiendo los productos de este sector. Entonces, ahí está, la gran dificultad. Hemos tenido una pérdida de la producción, sobre todo en empresas recuperadas que están muy complicadas, como las textiles y las metalúrgicas, incluso gastronómicas o de servicios”.
Suma dificultades, especialmente en contextos urbanos “alquilar un local, cuando no se tiene uno propio, por el incremento creciente de alquileres. Hay una actitud de sobrevivir en una economía que se hunde”.
Al evaluar las causas de las dificultades marcó que “hay dos temas paralelos que se terminan combinando y producen este resultado. Uno es el propio papel de los dirigentes de las organizaciones que se han acostumbrado -hace mucho tiempo- a tener canales abiertos de negociación dentro del Estado y están esperando que esos canales aparezcan para negociar; tratan de no hacer olas para no cortar lo que hay que hay. La idea de la dirigencia es tratemos que no se den cuenta que estamos a la espera de sentarnos a negociar. Pero, este es un gobierno que no negocia nada. Menos con los que se considera enemigos pese a que no consideran a los movimientos sociales un enemigo político importante porque no les ve capacidad de daño ni poder de movilización, si es un enemigo ideológico porque el enemigo es lo colectivo y no hay nada más colectivo que este sector. Ese es un primer problema”.
Al segundo problema, también hay que mirarlos hacia adentro de los movimientos sociales y las cooperativas de trabajo porque “el discurso libertario y el apoyo político que tuvo Milei en el ballotaje ha penetrado en las bases, en los sectores populares, en las bases sociales, ha tensado las bases por eso está costando movilizarlas. Incluso hay sectores en estas organizaciones que tienen cierta esperanza en que el gobierno va a mejorar las cosas y las va a arreglar. O sea que tenemos un doble problema”.
En ese contexto hay que tener una política “más fuerte para afirmar una identidad colectiva y reforzar las bases sociales de donde surge la economía social. Eso faltó en los últimos 4 años. Perdimos tiempo en no avanzar con la salida solidaria y colectiva. Por el contrario, apareció una disputa, a veces feroz, por los recursos públicos. Fue más importante el fondeo que mejorar la capacidad productiva, de organización y de gestión y ahora se está pagando porque desaparecieron las políticas públicas y no hay conciencia de que lo colectivo es la respuesta. Quedamos huérfanos porque el Estado nos abandonó y además nos cuestiona y no tenemos cómo defendernos. Estamos en esa situación y no es fácil”.
Pasó la época, según Ruggeri, en que la empresa que cerraba o entraba en crisis era parte de un proceso de recuperación cooperativa o emprendedora. Los trabajadores, los vecinos, abogados, contadores, funcionarios, “todos colaboraban para organizar a la nueva empresa. Ahora no. Hay pasividad y resignación”.
Sobre una alternativa, Ruggeri analizó que ante esta situación de desesperanza y desorganización que, -no sucede solo en Argentina- “sino en todo el mundo con una derecha muy agresiva cuya bandera es el individualismo nos debilita ante los poderosos y las corporaciones, nos queda a nosotros oponernos con el colectivismo, sosteniendo la organización para mostrar que existe algo diferente y en la medida que la gente no vaya encontrando respuestas desde lo individual buscará la salida colectiva. Para eso hay que mejorar la capacidad productiva, laboral y de financiamiento porque este espejismo de que vamos a ser potencia mundial durará poco más allá de que el proyecto político se está manteniendo y podría mantenerse en el tiempo pero nuestra alternativa es, independientemente de la salida política, recuperar la capacidad de los movimientos sociales para dar respuesta prácticas y colectivas”.
No saben quiénes son los patrones
Hay “un proceso de transformación de la vieja clase trabajadora que tenía estabilidad, derechos laborales, salarios formales, un estado de bienestar, sindicatos fuertes. Hace tiempo comenzó a deteriorarse y ahora estamos como con el golpe final, con los restos de esa vieja clase obrera”.
No hay menos trabajadores, si hay “más precarizados, fragmentados, inclusive sin perspectivas de organización colectiva, quedan individuos sueltos que se vinculan al trabajo a través de aplicaciones y de la tecnología que, en cierto sentido solucionan muchas cosas prácticas, son una solucionan para los patrones a cumplir con los derechos laborales. Así cada individuo se vincula con el capital a través de mecanismos donde no sabe ni siquiera quienes son los verdaderos patrones. La ultraderecha tiene apoyo en sectores que jamás habían sido permeables a estas ideologías. El desafío que tenemos desde la clase trabajadora es organizarse colectivamente” aseguró Ruggeri que dirige desde 2002 el programa Facultad Abierta, un equipo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA que apoya, asesora e investiga con las empresas recuperadas por los trabajadores.