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"Día de los Fieles Difuntos": Tributo a la memoria de aquellas personas fallecidas

Después de la festividad de ayer 1 de noviembre, en la que se evocó el Día de Todos los Santos, se conmemora otra fecha relevante en el calendario eclesiástico como es el Día de los Fieles Difuntos. Se trata de dos acontecimientos que en ocasiones pueden llegar a confundirse, pero presentan diferencias, a pesar de que en ambas se rememora a los seres queridos.



Una costumbre muy arraigada en el pueblo riojano es visitar los cementerios para honrar la memoria de quienes abandonaron este mundo terrenal. En distintos horarios tanto en el cementerio “El Salvador” como en los cementerios parque se oficiarán misas.

Desde la Diócesis de La Rioja, informaron que en este día se ofrecerán misas en honor a la memoria de los fieles difuntos en el cementerio Parque a las 9:30; en cementerio El Salvador en doble turno a las 9:00 y a las 18:00; y en el cementerio Recoleta a las 9:00.

En tanto que en la iglesia Catedral también se realizarán dos misas para pedir por el descanso eterno de las almas. Las ceremonias serán hoy a las 8:00 y a las 9:00.

En el caso del Día de los Santos, se honra a tanto a los santos conocidos como a los desconocidos, es decir, a las personas no canonizadas pero que ya viven en presencia de Dios, el Día de los Fieles Difuntos recuerda a los cristianos bautizados. 

En concreto, la Iglesia cree que este grupo de fallecidos  se encuentra en el Purgatorio, al morir con culpa de pecados menores en sus almas.

Por ello, la finalidad de esta fecha es la dedicación a la oración por parte de los fieles por todas las almas que han acabado su vida terrenal y aún permanecen en estado de purificación.

De esta manera, la jornada de hoy se dedica a la oración para que los fieles difuntos de la Iglesia purgante acaben esta etapa y alcancen la presencia de Dios.

Orígenes

Desde sus primeros tiempos, la Iglesia recordaba en la misa las almas de los que habían partido. Esto se hacía inscribiendo sus nombres sobre tablas. Esto es equiparable a lo que en todas las misas de hoy en día es la oración por los fieles que han partido en Cristo, conocida como Memento Domine, así como la práctica de ofrecer misas por alguna persona en particular.

La celebración de un día en especial para esta conmemoración comenzó en algunos monasterios en el siglo VI; y hacia el siglo X, la idea ya se había expandido a nivel diocesano con una fecha específica: 2 de noviembre, el día después de la Fiesta de Todos los Santos.

Esta fecha fue adoptada ya en Roma en el siglo XIII. El origen del Día de los Fieles Difuntos se remonta al año 998, cuando fue instituido por el monje benedictino San Odilón de Francia. Esta celebración que tiene lugar el 2 de noviembre fue adoptada por Roma en el siglo XVI y a partir de entonces comenzó a rememorarse entre los católicos de todo el mundo.

La celebración se basa en la doctrina de que las almas de los fieles que al tiempo de morir no han sido limpiadas de pecados veniales, o que no han hecho expiación por transgresiones del pasado, no pueden alcanzar la Visión Beatífica, y que se les puede ayudar a alcanzarla por rezos y por el sacrificio de la misa.

La hermana muerte

San Francisco de Asís, una vez reconciliado con Dios, consigo mismo y con la creación, hacia el final de su vida fue capaz de reconciliarse también con la muerte, hasta el punto de llegar a llamarla "hermana", señal de que también para él era un misterio que había que acoger.

A diferencia de la sociedad actual, que intenta por todos los medios ocultar la realidad de la muerte -engañándose a sí misma con la ilusión de que es eterna-, San Francisco nos enseña a mirarla, a aceptarla, a considerarla una "hermana", parte de nosotros. Al fin y al cabo, es un hecho tan real como la vida. Es un acto de honestidad intelectual, incluso antes que espiritual. El miedo ante la "hermana muerte" está ciertamente dictado por lo desconocido, por no saber qué hay más allá de la "puerta"; esto crea inquietud.

En segundo lugar, no lo ocultemos, tememos el "peso" de nuestros actos, porque, en definitiva, todos somos creyentes en el fondo de nuestro corazón, y al final de la vida nos preguntamos cómo hemos vivido.

Esta experiencia nos lleva a rezar por los que nos han precedido, casi como si quisiéramos ayudarlos y protegerlos todavía, además de pedir que nos ayuden y protejan.