
Dos cuestiones serias aparecen entre los borgeanos que es importante citar. Que a Borges se lo cita más que se lo lee, derivando en que se está convirtiendo en solo análisis de sus textos por especialistas para especialistas..
Por Carlos Liendro
Siguen apareciendo temas sobre ‘Borges y la ciencia’, ‘Borges y la Filosofía’ (especialmente de la Edad media, y la Metafísica), ‘Borges y las antiguas literaturas germánicas’; lo que sí se debe aclarar para empezar, es que Jorge Luis Borges era un erudito y un gran escritor. Porque él mismo decía: ‘más que un escritor he sido un gran lector’ (en la década del 60 se irá quedando ciego), y nos entusiasmaba con el disfrutar de un buen libro. Su biblioteca desde la infancia, la adolescencia y su primera madurez, ha sido una especie de viaje en el tiempo, un laberinto inconmensurable de sus propias metáforas. Por eso siempre hay que comenzar preguntándose: ¿de cuál Borges hablamos?
Como cronista, me gustó informarme si Borges alguna vez había estado en La Rioja. Me entero por las crónicas, que en el 2009, María Kodama recibió de las manos del rector- de aquel entonces- de la UNLaR, el doctorado Honoris Causa, post mortem. Allí la viuda disertó sobre ‘Borges y el misticismo’. En esta era de la tecnología cibernética, donde aún hoy (y todo lo que vendrá) se han agregado sofisticados programas de comunicaciones a los celulares; se podía leer las repuestas que dejaron a la nota periodística sobre la distinción al autor de ‘Ficciones’. De los cuatro comentarios que dejaron, dos estaban referidos a agradecer la charla de Kodama, lamentando que no quedara registrada y las dos respuestas restantes, que tomaron los nombres de ‘Ovidio’ escribieron: “en un lejano cementerio de Ginebra se reportaron turbulentos movimientos de tierra” y otro con el nombre de ‘El Aleph’: “una persona que parece inteligente como María Kodama, no debería usar el nombre de Borges en estos burdos lavados de cara de ese que llaman rector!!!”. Y aquí entramos en otro capítulo de su extensa obra: ‘Borges y la polémica’. Para entenderlo mejor siempre es bueno estudiarlo por décadas, y este artículo solo planteará el Borges antes del peronismo. En la década del 20, apenas llegado por 1921 de España, creó todo una movida de poesía con lo que traía de España (denominada Ultraísmo) y editó dos libros que luego uno no quiso editarlo en su obras completas. En ellos aparecía una poesía que me llamó siempre la atención. Así como luego en sus cuentos estarían los personajes de los malevos, el suburbio, los duelos con cuchillo; en su poesía aparecía el elemento histórico.
En ‘Luna de enfrente’ (1925), escribe ‘El General Quiroga va en coche al muere’. En su estructura nos ubica primero en la historia del acontecimiento del asesinato de Quiroga, luego en la posición de alguien que es consciente de su muerte en la tragedia y por último del fantasma con su presencia inmortal. Sabe capturar el joven Borges a un Quiroga, seguro de sí, arrogante, que no le teme a la muerte y que puede ser interpretado como valiente o como alguien que está designado- sentenciado al infierno. En esa tradición, como también lo hace con el poema ‘Rosas’ (que aparece en ‘Fervor de Buenos Aires’ (1923)), es la línea unitaria del siglo XIX, del que la nueva generación duda: “No sé si Rosas/ fue sólo un ávido puñal como los abuelos decían; /creo que fue como tú y yo/ un hecho entre los hechos/ que vivió en la zozobra cotidiana/ y dirigió para exaltaciones y penas/ la incertidumbre de otros.”
En esos textos es conocido hoy como el Borges anarquista; que adhiere ideológicamente a los acontecimientos del mundo y como antes lo había hecho con sus alabanzas a la Revolución de 1917 en Rusia. Lo mismo sucederá- en lo político y lo ideológico- al escribir el prólogo de Arturo Jauretche (que no aparece en sus obras completas) ‘El paso de los libres’, cuando el autor se sublevaba contra Uriburu y Justo, después del golpe de Estado a Yrigoyen en 1930. La década infame lo tendrá como director de suplementos literarios (en Crítica), la creación y colaboración de nuevas revistas (‘Sur’ de Victoria Ocampo), y alejado del yrigoyenismo que supo apoyar por 1928; pero todavía no será el Borges universal y aún no estará traducido. Con la llegada del peronismo comenzará otra etapa que lo inmortalizará.
Dos puntos más pudo este cronista buscar como información: En este año hubo un pedido de una asociación riojana a la Academia Nobel, por el premio de Literatura póstumo; y en el 2011, se puso en escena ‘Borges y Perón, entrevista secreta’, una obra de teatro de Enrique Estrázulas, ambientada en 1973.
El General Quiroga va en coche al muere.
El madrejón desnudo ya sin una sed de agua
y la luna torrando por el frío del alba
y el campo muerto de hambre, pobre como una araña.
El coche se hamacaba rezongando la altura;
un galerón enfático, enorme, funerario.
Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura
arrastraban seis miedos y un valor desvelado.
Junto a los postillones jineteaba un moreno.
Ir en coche a la muerte ¡qué cosa más oronda!
El General Quiroga quiso entrar en la sombra
llevando seis o siete degollados de escolta.
Esa cordobesada bochinchera y ladina
(meditaba Quiroga) ¿qué ha de poder con mi alma?
Aquí estoy afianzado y metido en la vida
como la estaca pampa bien clavada en la pampa.
Yo, que he sobrevivido a millares de tardes
y cuyo nombre pone retemblor en las lanzas,
no he de soltar la vida por estos pedregales.
¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas?
Pero al brillar el día sobre Barranca Yaco
sables a filo y punta menudearon sobre él;
muerte, de mala muerte se lo llevó al riojano
y una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel.
Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma,
se presentó al infierno que Dios le había marcado,
y a sus órdenes iban, rotas y desangradas, las ánimas en pena de hombres y de caballos.