Están volviendo a pasar por el Canal Encuentro, varios documentales que se hicieron en la gestión anterior. Hay que aprovecharlos- antes que el gobierno central- los termine de retirar (como al personal del canal actualmente). Entre esta cantidad de materiales educativos están no solo los de la televisión francesa, inglesa, canadiense (entre las mejores emisoras de TV estatales que realizan producciones de documentales), sino los de nuestra producción local, con un sentido federal..
Por Carlos Liendro
Se puede ver en varios capítulos la historia del Chacho Peñaloza por 1862- 1863. Entre las escenas de batallas y persecuciones, aparecen entrevistas a historiadores que van enlazando los momentos dramáticos del último año del caudillo riojano. El Chacho había sido nombrado General de la Nación durante la Confederación por Urquiza en 1854. Con el asesinato de Nazario Benavídez en San Juan, se realizó una intervención federal, y a pedido del presidente se ocupó militarmente la provincia en 1858. La persona de confianza en esa región, era el General Ángel Vicente Peñaloza. Pero el país estaba al borde de otra guerra civil.
Había nacido en 1798 (aunque no hay acta bautismal, y otros dicen que es de 1796) en Malanzán- La Rioja- Virreinato del Río de la Plata. Era descendiente de hacendados ganaderos y su educación estuvo a cargo de un tío abuelo, el prestigioso sacerdote Pedro Vicente Peñaloza, quien le puso el apodo de ‘Chacho’, derivado de muchacho. Ya de joven estuvo a las órdenes de Juan Facundo Quiroga, y combatió en la batalla de El Tala por 1826 y las otras donde el ‘Tigre de los llanos’ intervino (Batalla del Rincón de Valladares, La Tablada, Oncativo, Batalla de La Ciudadela, donde derrotan a los unitarios de ese tiempo). Con la muerte de Quiroga en 1835, Peñaloza es nombrado comandante del Departamento de los Llanos. A partir de esos años va a comenzar el período de resistencia al caudillo de Buenos Aires: Juan Manuel de Rosas. Peñaloza tuvo que huir a Chile en 1841, luego de situaciones políticas de conflicto en su misma provincia. Vuelve, es perseguido por el gobernador sanjuanino Benavídez, y derrotado en Tucumán. Esta parece ser una de las características del Chacho y sus montoneras (como la de la fidelidad y el respeto de su pueblo), la de volver a empezar a pesar de las derrotas. Se esconde en las sierras, las montañas, los llanos pero siempre está volviendo. Con la derrota de Rosas en Caseros en 1852, es Justo José de Urquiza quien asume la Confederación. Pero es Buenos Aires quien se separa del resto del país por 1854 y comienzan serias situaciones de inestabilidad y de clima de guerra civil en la Argentina. La división de los unitarios y federales no había concluido con la derrota de Rosas.
Cuando Sarmiento asume como gobernador en San Juan (1862) convoca dos siniestras figuras: serán los verdugos del Chacho. Uno de ellos es el General Rivas y el otro es Ambrosio Sanders. Ambos uruguayos, que lucharon en Pavón a las órdenes de Mitre, fueron mercenarios y asesinos de las montoneras del interior. Sanders era un sanguinario torturador, orgulloso de sus cientos de marcas que tenía en el cuerpo por heridas de guerra. ‘Los coroneles de Mitre’ el libro de Ricardo Mercado Luna, relata la crueldad y el odio con que actuaban a las órdenes del gobierno central. Esa era la política que decidían dejando a los caudillos y los pueblos (Catamarca, San Luis, Córdoba, San Juan) a su suerte. Peñaloza siempre esperó que Urquiza se levantara contra Buenos Aires, pero el entrerriano ya había pactado con Mitre su tranquilidad económica y política.
Cuando en la estancia de ‘Las banderitas’ (cerca de Tama) se convino la entrega de prisioneros, el Chacho devolvía a los soldados, limpios, bien alimentados, enteros. Del otro lado los habían pasado a degüello o los habían fusilado, luego de torturarlos para que contaran dónde andaba el caudillo. Esto lo relata José Hernández, el autor del Martín Fierro, en los diarios de Santa Fe y Paraná. Sobre su muerte redactó: “El General de la Nación, don Ángel Vicente Peñaloza, ha sido cosido a puñaladas en su lecho, degollado y llevada su cabeza de regalo al asesino de Benavídez (…) en Olta, la noche del 12 del actual”. Hoy se sabe que se entregó a un conocido, cuando éste le garantizaba que iba a respetar su investidura y su vida. La llegada de uno de los hombres de Sanders en la casa que estaba refugiado, aceleró todo. Lo apuñalo y luego le disparó al cuerpo ya muerto para luego cortarle la cabeza y exponerla en una pica, como hacían los españoles con la rebelión de los indios.
Tama fue una de los primeros pueblos que conocí en La Rioja, invitado por un ex alumno de la Universidad. En uno de los archivos de la iglesia, en un bibliorato, junto a cientos de libros del siglo XIX, figuraba la firma de Juan Facundo Quiroga por 1832. Hasta ahí desconocía que estaba cerca el lugar donde el Chacho había firmado el intercambio de prisioneros, luego de su triunfo en San Luis. Él que nunca había fusilado a nadie, que había sido conocido como ‘el padre de los pobres’, siguió siendo perseguido (no respetando lo pactado) por esas hordas de asesinos en nombre de la civilización. La carta que seis días después (conocida la muerte del Chacho) Sarmiento envía a Mitre sigue siendo un documento contundente de la represión en la región, no como justicia, sino como venganza y justificación de los capitales extranjeros:
“No sé lo que pensarán de la ejecución del Chacho. Yo inspirado por el sentimiento de los hombres pacíficos y honrados aquí he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses. Los ejércitos harán paz, pero la tranquilidad no se restablecería, porque a nadie se le puede inspirar confianza de que no principie la guerra cuando le plazca al Chacho invadir las provincias vecinas. Es su profesión, ejercida impunemente treinta años, hallando siempre en la razón de estado o en el interés de los partidos medios de burlarse de leyes y constituciones y aceptándolo como uno de los rasgos de la vida argentina y de nuestro modo de ser. Sea, pero seamos lógicos: cortarle la cabeza cuando se le da alcance, es otro rasgo argentino. El derecho no rige sino con los que lo respetan, los demás están fuera de la ley; y no tiene el idioma en vano estas locuciones. Hizo él o Puebla degollar en el Valle Fértil a mi primo don Maximiliano Albarracín en su casa, como Carlos Ángel haya obtenido indulto. La guerra civil concluye, pues, por actos militares gloriosos, como el de Caucete, y por el castigo de Olta. En Chile como en San Juan, recién creerán en nuestras diarias promesas de pacificación, ridículas a fuerza de verlas desmentidas por el alzamiento del primer pillo que lanza su reto al gobierno, al ejercito, dejando desacreditada hasta la victoria; pues el Chacho había conseguido ese resultado derrotado siempre, vencido jamás suma tutti, impotencia de la nación. Si la guerra continúa dos meses, San Juan entrega las cartas, sino por agotamiento. Hoy respira, los arrieros se prestarán a salir a vender sus frutos de dos años, los mineros a restablecer sus trabajos: de Chile vendrán hombres y capitales…”