Se acaba de inaugurar el Paseo de la Mujer Federal en Av. Alem que rinde homenaje a una de las más valientes mujeres de la historia riojana y de la que, al igual que ocurre con otros casos, son pocos o erróneos los datos que de ella se difunden. Tal es el caso del libro de Felipe Pigna "Mujeres tenían que ser" en donde el autor ubica a La Tigra como esposa de Felipe Varela y madre de sus hijos. Para remediar dicho error destacamos un fragmento del libro "Riojanas" del historiador Víctor Robledo quien dedica un capítulo a Dolores Díaz al que titula "Riojana y Montonera"..
En los días previos a la batalla de Pozo de Vargas del 10 abril de 1867, sostenida en los suburbios de la ciudad de La Rioja entre las fuerzas del Ejército Nacional enviadas a La Rioja por el gobierno de Bartolomé Mitre y encabezadas por el general santiagueño Antonino Taboada y las fuerzas irregulares dirigidas por el caudillo federal Felipe Varela, una mujer agitaba a los pobladores incitándolos a que se unan y apoyen al ejército montonero. Era el contacto del Ejército federal en la ciudad y responsable de hacerle llegar algunos pertrechos de guerra. El nombre de esta mujer era Dolores Díaz y la apodaban “La Tigra”, además se comentaba en el vecindario que era amante del jefe de las fuerzas montoneras. Después de la histórica batalla fue tomada prisionera y trasladada a una de las más crueles prisiones de la provincia santiagueña.
El desarrollo de la batalla fue adverso para las fuerzas federales de Varela y la tradición cuenta que “La Tigra” combatió ferozmente en encarnizados combates contra las fuerzas unitarias comandadas por el general santiagueño Antonino Taboada y, hasta se comenta, que la mujer en un acto de arrojo y valentía, intervino para sacar en ancas de su caballo al caudillo, cuya monta había sido derribada dejándole a merced de sus enemigos.
Dolores Díaz fue una de las que no se rindió fácilmente y luchó hasta el final. Se retiró con Varela hacia el oeste riojano y llegó hasta Jáchal, San Juan, y retornó luego cuando la ciudad había sido tomada por las fuerzas montoneras al mando de Aurelio Salazar, Sebastián Elizondo y Gabriel “Mashorca” Martínez, lo que obligó a Taboada a volver sobre sus pasos para expulsar a los rebeldes, pero “La Tigra” decidió quedarse en la ciudad y soportar a las consecuencias. Detenida en julio de 1867, comenzó su calvario. Fue trasladada por las fuerzas del Ejército del Norte a una de las prisiones más duras de la argentina, la cárcel del Bracho, Santiago del Estero, frontera con los territorios ocupados por los indios del Chaco santiagueño y donde los hermanos Taboada eran dueños y señores. La Cárcel albergó a cinco mujeres riojanas acusadas de montoneras. Además de Dolores Díaz fueron conducidas al mismo lugar, Fulgencia de Contreras, Dolores Andrade, Dolores de Vargas y Micaela Ábrego. Se sumaron a ellas algunos vecinos de la plebe y sociedad culta riojana quienes, por el solo hecho de no haberse sumado al ejército nacional, fueron considerados sospechosos de haber formado parte de las montoneras de Varela. Ellos eran: Basilio Silva, Jacinto Rincón, Emeterio González, Ramón Gil Iturbe, Ramón Navarro, Baltasar Torres y fray Rufino Barrera, quienes fueron conducidos con esposas y grilletes y volvieron un año después por pedido del juez federal Morcillo.
Después de la batalla, junto con los prisioneros, fueron llevados en masa todo tipo de ganado y objetos de valor que el “ejército civilizador” encontró en las casas de la ciudad. A lo lejos, todavía se oía el ruido ensordecedor del tropel y objetos de metal que las fuerzas santiagueñas arrastraban en su retirada hacía el norte, dejando vacía la ciudad.
Profesión
La Tigra además de empuñar diestra y audazmente la lanza en los campos de batalla, en los tiempos de paz para sobrevivir y mantener a sus dos hijos, poseía los dones de la tradicional y señera profesión de tejedora, heredada de sus ancestros. Tejía ponchos y mantas, cuando no finas prendas de hilo en el bastidor. Según quienes la conocieron era avezada tejedora.
Las cárceles de La Tigra
El Bracho era parte de una cadena de fortines sobre el río Salado que, escalonados de noroeste a sudeste, se prolongaban en territorio santafesino hasta Monte Aguará. Los más importantes además del mencionado eran Matará, Mancapa, Navicha, La Viuda y Taboada.
El Bracho era el principal de los numerosos puestos militares a ambos lados del río Salado. Estaba resguardado por una fuerte empalizada de una cuadra de cada lado, sólo abierta hacia el Norte con una puerta. Había una población contigua con un molino harinero y en la plaza estaba la residencia del general Taboada y jefe del cantón. La población llegaba a unas 300 almas de las cuales muy pocas hablaban español, la mayoría se comunicaba en las lenguas autóctonas de la región. Este fortín fue utilizado también como cárcel para desterrados políticos. Allí se desarrolló al decir de Orestes Di Lullo “…el más grande drama del Salado…”, cuando en la época del tío de los hermanos Taboada, Juan Felipe Ibarra, Agustina Palacio de Libarona quiso compartir la suerte de su marido prisionero en el fuerte, en gesto de notable abnegación conyugal. Allí la mujer escribió un diario contando sus penurias en la frontera. (1) Años después, Abelardo Arias relató esta trágica historia en su conocida novela “Polvo y espanto”.
El Bracho era el infierno. El aislamiento era sórdido y sepulcral; la humedad y el sol eran excesivos; las nubes de mosquitos, moscas y vinchucas eran de una persistencia cargosa, obsesiva; la presencia latente y letal de víboras y de más reptiles, arañas, alimañas y una gran cantidad de insectos que prosperaban en la selva, hacía de las personas que tenían la desgracia de caer allí, verdaderos salvajes al punto de acostumbrarse a comer cualquier degradación y vivir en taperas inhabitables junto a todo ser viviente del mundo natural que allí habitaba.
Pero además La Tigra estuvo prisionera en el Fortín Libertad, y prueba de ello es la única carta que conocemos de Dolores Díaz, y ésta se escribió cuando estaba en cautiverio. La misma está fechada el 2 de diciembre de 1867 en el Fortín Libertad, ubicado entre sus similares de Mancapa y La Viuda (llamado así este último “por el sufrir”). Se ubicaban sobre la margen oeste del río Salado y frente a la costa santafesina. Además se sabe que de este fortín intentaron fugarse dos riojanos prisioneros, una mujer y un hombre: Micaela Ábrego y Basilio Silva, quienes fueron recapturados y condenados a ser azotados salvajemente.
“Este fortín estaba rodeado de una empalizada de palo a pique, un mangrullo para avistar ranchos de tropa, corrales y playas para el faenamiento de animales. Residían allí prisioneros. Hombres de chiripá, botas de potro o ushutas, ponchos raídos, mugrientos y malolientes” y de actitud vigilante, alerta de los guardianes de la desgracia. Quizás lo de los confinados era la certidumbre de la muerte, de la peor de las muertes cercados por la indiferencia y el olvido. “Por la noche se escuchaba las voces de las indias mansas y de las criollas y mestizas cuarteleras que venían a satisfacer a los soldados”. Los fortines servían para que los soldados se albergaran durante los ataques de los naturales. Los prisioneros confinados vivían fuera de ellos en sus ranchos de quincha y debían arreglárselas como pudieran durante las arremetidas que destruían y se llevaban todo. Además de los indios, bosque adentro, jaguares, víboras venenosas, hormigas y todo tipo de alimañas esperaban su turno para hacerse de las carnes y andrajos miserables de sus moradores.
Espectáculo musical de mujeres
En ocasión de la inauguración del Paseo tuvo lugar un espectáculo musical "Homenaje a Dolores Diaz La Tigra" dirigido por Luis Chazarreta y en el que cantaron las voces femeninas de Flor Castro, Paola Díaz, Marcela Medina, Mariel Valdez, Camila Fernández, Mayra Mercado, Yohana Santillán, Florencia Castro Llanos. En tanto, la banda que acompañó estuvo integrada por Mariana Agüero (Piano), Yanina Contreras (Guitarra), Laura Escobar (Flauta Traversa), Romina Roartes (Percusión), Evelyn Vergara (Bajo Eléctrico).
Los temas que se interpretaron forman parte del cancionero popular argentino y latinoamericano y poseen un fuerte contenido referido a la mujer. Algunos temas fueron Zamba de la desterrada; Donata Suarez, Hasta donde Dios me quiera llevar, La Jardinera, María María, Cuanto trabajo, entre otros.
El cierre del espectáculo musical fue con la cantora Gloria de la Vega y su banda, quien interpretó canciones de su disco dedicado a las mujeres.