Hacedor de monumentos
04/08/19
El riojano Pocho Carrizo, tiene bajo su responsabilidad la escultura de la monumental obra de la Virgen del Valle, de 35 metros de altura, en Catamarca. El proyecto se emplazará en El Rodeo y la inauguración se haría el año que viene.
Los vecinos suelen acercarse hasta la casa de Alejandro “Pocho” Carrizo (64) y observar en el patio que la antecede al hombre alto y robusto meterse entre la maraña de hierros, doblarlos, sacarles chispas soldadora en mano. Lo miran atentamente, buscan en el armazón una forma, juntar las piezas del rompecabezas, y cuando no adivinan, por lo general al tratarse sólo de los comienzos, se acercan y cuidadosamente le preguntan: “¿Y ahora, qué está haciendo, Don Pocho?” Entonces el escultor sonríe bajo la máscara, se la quita para dar la cara al asombro de los curiosos, apoya las manos ásperas y grandes en el andamio, y cuenta. Con ojos brillantes cuenta como se hace un gigante.
Carrizo nació en La Rioja, está casado, tiene cuatro hijos y es escultor. Se formó como tal de manera autodidacta, a partir de la preparación que obtuvo en su oficio de maestro mayor de obras. Difícil dilucidar que fue primero, si la técnica constructiva o la vocación artística; lo cierto es que a partir de esa mixtura se erige su singularidad y la de sus creaciones. Un gigante de cemento es muchas cosas, Pocho salda la cuestión definiéndolo con llaneza como “un laburo de la gran siete”.
El Cristo de Portezuelo en Chilecito (16 metros), el San Nicolás de Bari del acceso Sur de la Capital (19 metros), el Cristo Caminante de Tapso (en preparación, 13 metros), también el grupo escultórico que se emplaza en la zona del Yacampis y representa la pacificación realizada por San Francisco Solano. Todas esas obras, caracterizadas por su porte voluminoso, salieron de sus manos. Dar la mano a un escultor deja de ser un gesto pasajero. Las de Pocho son firmes, ásperas, grandes.
“Me puse a estudiar anatomía y dibujo, todo eso ayuda al don”, dice sin afectación, al contrario, pide que el periodista corrija si es necesario. “Fui puliendo esos conocimientos, aprendiendo las proporciones, lo que requiere un rostro”. En el amplio patio de la casa del escultor, ubicada en uno de los desvíos a la vera de la ex Ruta 38 se acumulan bajo los árboles hierros, chapas y algunas figuras, la mayoría religiosas, todas misteriosas. Son proyectos sin terminar, parte del aprendizaje.
DE OBRAS SANITARIAS A LA ESCULTURA
Pocho Carrizo rememora que sus primeros intentos surgieron desde niño y siguieron durante el cursado de sus estudios en “la Industrial”, la Escuela de Educación Técnica. “Me recibí y me casé. Trabajé en Obras Sanitarias, donde me jubilé”, resume. “Hace 20 años volvió a mí esta pasión y le empecé a dedicar más tiempo a la escultura”.
Arrancó con el Cristo de Los Llanos, obra de seis metros de altura, que se encuentra en la ciudad de Olta. Una vez terminado por encargo de uno de los vecinos, la iniciativa de donarlo puso en aprietos a algunos funcionarios que no sabían cómo manejar el tema. Les había llegado el primer gigante de parte de Pocho. “Tenía ganas de laburar, así que cuando me preguntaron cuánto cobraría, no tenía idea, entonces lo que hice fue regalarlo”, relata. Un día, mientras trabajaba en esa misma localidad, en el monumento que señala el portal de Caminito, se le acercó Luis Beder Herrera, en esa época gobernador de la Provincia, y lo invitó a realizar la obra del Cristo del Portezuelo.
“Le dije que sí, pero como no tenía elementos para una obra de 16 metros, como las estructuras de andamios, me los facilitaron”, explica Carrizo. También le insistieron para que estableciera un precio: “no sabía qué decir, así que me ofrecí a regalarlo, es decir, mi mano de obra. Como a los fondos los administró la Iglesia, en los registros así está asentado: mano de obra = 0 pesos”.
La escultura era su pasatiempo y de pronto demandaba tiempo y esfuerzo. En varias ocasiones se planteó no hacer ninguna obra más. Pero los gigantes siguieron empujando y avanzando sobre el paisaje riojano. Pese a las dudas del escultor, se impusieron. “Pronto saltamos al San Nicolás de Bari en la Capital. Pasaron ocho años antes de hacerlo, en ese tiempo en la localidad de Medanitos (Catamarca) levanté un Cristo de 19 metros”, indica, y da por finalizado el rápido panorama sobre su vida de escultor.
UNA PROMESA Y UN DESAFÍO
Allí, en su patio, rodeado de quintas, mientras se entretenía dando forma a algunos hierros, recibió el llamado telefónico presentándole su desafío más grande hasta ahora. Cuenta que al principio le preguntaron si seguía en actividad y lo convocaron a Catamarca. Un empresario con un compromiso espiritual especial quería conocerlo.
“Necesito hacer una Virgen del Valle de 35 metros de altura”, fue la propuesta, “¿se anima?”. Y aunque se trataba de una dimensión impactante, la respuesta fue a lo Pocho, sencilla y directa: “le dije que sí, como animarme, me animo”. Los contactos fueron y vinieron, el escultor compartió su experiencia y el proyecto tomó forma definitiva: el Camino de la Fe catamarqueño, emplazado en las sierras de El Rodeo, fue dado a conocer oficialmente por la Iglesia el mes pasado.
El imaginero riojano realizó una maqueta que recibió el visto bueno del empresario Walter D’Agostini. La idea de la estructura delineada por el equipo de dibujantes y arquitectos tenía ahora un componente imprescindible: su hacedor. “¿Cómo dar forma humana al montaje de inmensas columnas?”, era la inquietud que Pocho Carrizo venía a resolver.
En eso trabaja día a día en su taller, con orgullo atenuado por la modestia de que su “don” de hacer gigantes lo haya llevado a ser seleccionado y de representar a La Rioja en una obra con relieve internacional. Mientras, allá en El Rodeo las construcciones avanzan, rellenando la base con hormigón armado y levantando las escaleras internas; Pocho calcula que culminarán juntos en cinco meses, para aprestarse a la inauguración en diciembre del año que viene, cuando las miradas de la fe católica del país y el extranjero tengan a Catamarca como uno de sus centros.
RESPETO Y RIESGO
Un escultor del tipo de Pocho Carrizo suma otra característica importante: es un temerario de altura, un escalador de riesgo que se enfrenta al vértigo. “Somos varios los que vamos arriba y no podemos andar atados, porque es necesario moverse con libertad”, explica cuándo se le pregunta, “no hay que pensar en nada, ni mirar a ningún lado que no sea lo que se está haciendo, como si uno estuviera en el suelo”. Hasta ahí puede desentrañarse el truco de deslizarse con precisión en las alturas, entre andamios que se sacuden por el viento. Lo más complejo no se expresa. “Es riesgoso, pero estamos acostumbrados, nunca tuvimos un percance”, completa.
¿Y cuánto pesa la religiosidad en sus obras, teniendo en cuenta que la mayoría son imágenes con ese carácter?, se le pregunta. “Es toda una responsabilidad. En mi opinión personal, obras como éstas no se hacen así nomás. Un artista es dueño de hacer como quiera, pero hay que tener un respeto, más allá de las creencias. Hacer una Virgen del Valle para mí tiene mucho peso, para que me salga bien y para que la gente la vea y la reconozca”, expresa. No obstante, aclara que esa actitud con la que ejecuta su “don especial” también se traslada a todas sus obras, cualquiera sea la temática. Con respeto y con humildad, con riesgo y entrega. Así se hace un gigante.
EL JUBILEO Y LA CHANCE DE QUE VENGA FRANCISCO
Además de la estatua de la Virgen en la cima de uno de los cerros, que en su interior contendrá una capilla y en su punto más alto un mirador, están previstos dos complejos destinados a servicios para los turistas. El monumento podrá ser observado desde distintas localidades de Catamarca y estará señalizado para ser advertido por los aviones.
El complejo será inaugurado el 8 de diciembre del año que viene, cuando se celebre el Jubileo por los 400 años del hallazgo de la imagen de la Virgen del Valle, el Año y IV Congreso Mariano Nacional.
Una ocasión muy especial para la comunidad religiosa nacional e internacional, lo que genera otra gran expectativa: hay versiones que anticipan que para esa fecha el Papa Francisco podría concretar su primera visita a la Argentina, luego de asumir su pontificado en 2013.
CARACTERÍSTICAS MONUMENTALES
El proyecto de la estatua de la “Virgen Morenita” sorprende por sus dimensiones, con un alto de 35 metros se ubicaría segunda entre los monumentos más altos de América: entre la Estatua de la Libertad, con 45 metros, y el Cristo, de 30 metros.
La cabeza es colosal: medirá unos 4,50 metros de alto y 3,60 metros de ancho. De ella sobresale la nariz de 1,50 metros. Sobre la cabeza, con la que se alcanzará los 32 metros, irá una corona de 3 metros de diámetro. Otro de los puntos relevantes son las manos, que se representan juntas en señal de oración: tendrán unos 3,40 de alto por 1,80 de ancho.
El armado de las piezas que componen la imagen de la Virgen del Valle se hace completamente en el taller de Carrizo, en La Rioja. Debido a que es imposible que quepan enteras en camiones, se toma la previsión en el diseño de dividirlas en partes. Las formas se dan con mallas de metal desplegado.
Lo más difícil viene después, cuando una vez erigida la base de la escultura en El Rodeo, el escultor y su hijo deban subir hasta lo más alto a amurar y rellenar las partes. Con la típica cuchara se recubre la estatua con cemento mezclado con aditivo plástico impermeabilizante. Sin yeso, sin moldes, hay que terminar cada sección en el momento, revistiéndola como si se tratara de un esqueleto al que se le incorporan músculos y piel. Una vez seco la única manera de modificar una parte es rompiéndola y haciéndola de nuevo.
Ya fijas la corona, la cabeza y las manos, el trabajo continuará dando forma al extenso manto triangular de la Virgen, que llevará el bordado característico. Los colores también serán los clásicos, el celeste oscuro, el dorado y el blanco. “La cara es un detalle muy especial, voy a tratar de acercarme lo que más pueda a sus rasgos originales, que no son como los de otras, delicados, sino un rostro rústico, aindiado, un poco triste, muy nuestro”, describe Pocho.